• 21/03/2013 01:00

Un ojo en las entrañas

P osiblemente la profesión que más polémicas —teóricas, lingüísticas, de fondo y de forma— ha generado en el últimos dos siglos es el Pe...

P osiblemente la profesión que más polémicas —teóricas, lingüísticas, de fondo y de forma— ha generado en el últimos dos siglos es el Periodismo.

Aquellas interminables discusiones forjadas en los calderos del intelectualismo del siglo XVIII, respecto al valor del Periodismo como género literario; pasando —en el siglo XIX— por los enfrentamientos por aquella teoría que proponía que solo se trataba de un oficio; las discrepancias semánticas entre aquellos que cuestionaban su validez como ciencia y como arte; o los encarnizados debates que hoy en día se dilatan por la existencia de la especialidad del Periodismo de Investigación, son solo tenues ejemplos.

Al parecer, siempre habrá quien busque una razón, en ocasiones inverosímil, en otras obtusas para minimizar el valor intrínseco e histórico que en defensa de las democracias, las libertades y los derechos ciudadanos del mundo, ha representado la profesión del Periodismo. A pesar de ello, en los círculos teóricos no hay espacio para debatir —por lo menos por ahora—, ninguno de los temas antes enunciados.

En este momento, la intranquilidad de los ‘grandes pensadores del Periodismo’ va en dirección hacia la posible desaparición de la profesión, como resultado de la masificación de herramientas como las redes sociales y el Internet, y su complicidad en la transformación en el llamado Periodismo ciudadano.

El Internet ha provocado que el mundo de la información marche a pasos agigantados, de la mano con la constante actualización de contenidos, creando una nueva especie de periodista, pero uno que empecinado por la rapidez y la inmediatez, prefiere presentar la noticia antes que investigarla o explicarla.

El Periodismo ciudadano es el derecho que tiene todo individuo de acceder, por los medios a su alcance al intercambio comunicativo, producto de recoger y difundir información de forma independiente, con el uso de las herramientas del ciberespacio. En muchos casos, es consecuencia del sinsabor de boca por la desmedida —en apariencia— concentración del poder informativo de los medios de comunicación; situación que muchos sectores de la sociedad —equívocamente— consideran como una mordaz violación al derecho universal de informar.

Hay quienes pronostican un escenario dantesco respecto al contraste que genera el Periodismo ciudadano y la imperativa necesidad de encontrar nuevos métodos de gestión informativa para los contenidos editoriales, a fin de ofrecer al receptor un mejor producto editorial, y otorgar un valor agregado al principal rubro del Periodismo: la credibilidad.

Algunos ‘alarmistas’ ven al Periodismo ciudadano como una amenaza latente, cuando en realidad es un apoyo más a la responsabilidad social que tiene el Periodismo como pilar de los valores que debe dar la máxima importancia a promover la capacidad de contar historias en forma creativa y el rigor en la investigación periodística.

Si se analiza con corazón calmoso, esta modalidad abre una monumental oportunidad para la obtención de datos, informaciones, conocimientos, opiniones y críticas de fuentes informales, que bien evaluadas pueden servir al profesional del Periodismo como ruta o como elementos iniciales del mapeo informativo.

Al margen de todo esto, este nuevo estilo informativo ha sido provocado principalmente por algunas erradas tendencias profesionales que como periodistas hemos desarrollado con el transcurrir de los tiempos. Lamentablemente, tenemos la nefasta tendencia de buscar los defectos, pero nos resistimos a enaltecer las virtudes; en ocasiones, tramitamos la información sin medir las posibles afectaciones que puede provocar y justifican esta degradación profesional con conveniencia económica o ideológica.

En muchos casos, los periodistas nos hemos convertido en cajas de resonancia, en entes repetidores, en escuetos mensajeros, en simples traductores de la información o lo que es peor, en protagonistas de la información, sin que medie entre nuestras prioridades profesionales un verdadero interés por investigar, por indagar, por profundizar; dando pie a que se cuestione la profesión.

Alucinar con lo urgente o lo escandaloso, suele ser más tentador que investigar y dominar el tema; privilegiamos la polémica sobre el diálogo; la violencia sobre la ecuanimidad y la mesura; el conflicto sobre el bienestar, y sin darnos cuenta solemos perder la perspectiva.

No nos detenemos a analizar que al ejercer con estos desviados valores estamos subestimando la capacidad de nuestro público receptor. Así las cosas, ¿cómo es posible orientar con profesionalismo? ¿Podemos informar con seriedad y compromiso sin indagar a profundidad los problemas y sus posibles soluciones? Me parece que no.

Es por ello que ese público afligido, en su búsqueda por nuevas opciones, encontró en el Periodismo ciudadano una salida a sus preocupaciones e insatisfacciones informativas. Lo que nos brinda la oportunidad de abrir los ojos y ver hacia nuestros adentros para mejorar.

PERIODISTA.

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