• 24/05/2014 02:00

En el ojo de una jumbo tormenta

Saber que la queja más grande de la ciudadanía es el alto costo de los alimentos de la canasta básica familiar 

Saber que la queja más grande de la ciudadanía es el alto costo de los alimentos de la canasta básica familiar y autorizar que se manden a botar en buen estado los mismos que fueron comprados con recursos de la Nación, porque los votos no les fueron favorables en las urnas, merecen entre otros, el calificativo de miserable. A pesar de que hay gente sin comer en el país, se jugó con la suerte de los semejantes sin escrúpulo alguno. Se burlaron del hambre del pueblo por cinco años, más que en cincuenta.

En esta parafernalia situación que nos crearon en estos 1,825 días de gobierno del ‘millonario abusador’, en las jumbo tiendas se hicieron negociados con el pan del circo, como si se tratara del maíz de las gallinas. Hasta extranjeros las administraban en Veraguas, en tiendas de beduinos mercachifles, al más bellaco estilo. Camiones con identificación de familiares del palaciego de las garzas, cargados hasta la tuza de arroz de no se sabe dónde, hacían su agosto e indicaban que el programa compita se constituía en la punta de lanza de la vanguardia social del cambio. Ojalá y podamos saber algún día cuánto nos costó el renglón de propaganda del rubro y qué hubiésemos podido comprar con ese dinero para saciar el hambre sin tintes politiqueros. Ahora, no hay jumbo administrador, que tenga jumbo pantalones, con jumbo correa y acepte la jumbo responsabilidad, de la jumbo vergüenza que nos embarga a los que comprendemos lo que significa en estos días lanzar a la basura los alimentos que podían servir a tantos hermanos. Roñosos individuos, sabían lo que hacían y no tuvieron la moral aún frente a quienes en un vertedero buscaban qué comer y las lanzaron para que no las pudieran aprovechar.

Cientos de latas de tuna y frijoles, cereales, y comida importada, que no es una creación nacional, se entremezclaban con la podredumbre, el lodo y los gusanos, mientras los responsables de la orden del hecho, lanzaban la culpa a otros mandos, en un arrebato de último momento, por deshacerse de la evidencia que demuestra el uso del recurso del Estado en campañas políticas. ‘La gente estaba engañada con este gobierno y vale la pena que supo abrir los ojos a tiempo’, dice un trabajador que decidió emigrar de la ciudad al campo, enervado de tanta violencia en los mal llamados ‘barrios rojos’, en donde la Policía Nacional y la seguridad pública es un objeto de lujo. ‘Ojalá Varela sepa poner alto a tanto desmán y purgue cuanta porquería exista, ya que aunque no voté por él, siento confianza en sus palabras y he rezado a que Dios le dé fuerzas y valor para hacer el bien’, indica una trabajadora que vive penando cada vez que la quebrada sube por las lluvias, ya que vive prácticamente sobre ella.

Si esta acción quedase impune, no existe justificación ni crítica a que un día cientos de jóvenes decidan lanzarse a una aventura y bajo el influjo de la innecesaria vía violenta armada, pretendan producir un verdadero cambio y tomarse el poder. Ya estamos cansados de tanta indolencia ante la dilapidación de los recursos del pueblo, del que tantos se ufanan de representar y al que menos se respeta. Existe una verdadera ‘hambre de justicia’, no porque lo dijera el Magistrado Pinilla en su oratoria, sino, por lo que sienten los campesinos del sur de Soná que viven estrechados entre el filo de la carretera y la cerca de alambre de los gamonales que han visto enriquecerse más y más, con todos los gobiernos de turno. No se necesita magia, sino voluntad de un nuevo gobierno, que nace con la sonrisa y satisfacción de una población que antes de seguir los preceptos de Santo Tomás, ‘ver para creer’, ha creído y elegido. Pero quiere ver. Y no se trata de ver por ver, sino para lograr ser.

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