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- 02/10/2016 13:22
Soñar con los ojos abiertos
Nosotros, los que nacimos en los últimos 52 años en territorio colombiano, no sabemos lo que es salir al campo sin miedo, disfrutar el país con libertad, ver las noticias sin guerra, o querer al prójimo sin la sospecha de estar amando al enemigo. Nosotros, que crecimos creyendo que las palabras matan, qué celebramos la muerte de personas porque ellos también mataron, que creímos que las balas podían ser el camino para la paz que se nos negó de nacimiento, que odiamos con el corazón porque la frustración nos corrompió el espíritu. Nosotros - Si, nosotros- votaremos mañana para definir si apoyamos el Acuerdo de Paz al que llegó el Gobierno del país con la guerrilla más antigua del mundo, las FARC.
A unas horas del minuto cero, el país está dividido. No es fácil creer y perdonar a un grupo de personas que ha jugado con nuestros destinos, que han destruido nuestro medio ambiente, que han asesinado a más de 220.000 personas y que le robó años de vida y libertad a más de 40.000. Son ocho millones de victimas y décadas de impunidad.
La paradoja es que son justo esas víctimas las que apoyan el Si, o por lo menos, las que están dispuestas a enseñarnos a perdonar. “Estando en cautiverio uno se sueña que está siendo rescatado. Pero una vez liberado, uno se sueña que sigue estando secuestrado. Entonces las noches, a pesar de que ya lleve seis años de rescate, son duras porque uno se sigue soñando que está encadenado”. Así, como La vida es Sueño, como sin saber si se está vivo o solo es una jugarreta más de la mente, así ha vivido su vida el General Luis Mendieta, secuestrado de las FARC durante 12 años. Mendieta, que se ha declarado apolítico durante toda la campaña, recuerda que el Si o el No es solo algo circunstancial, pero que lo verdaderamente supremo es Dios, la vida, la libertad, la salud, la familia y estar disfrutando cada día.
La paz con las FARC llega en un momento crítico. El grupo guerrillero no es la única entidad alzada en armas en el país. Grupos como el Ejercito de Liberación Nacional (ELN), y las bandas criminales que operan en todos los rincones de Colombia, son dos de los grandes retos que afrontamos en términos de seguridad. Se nos ha visto decir Paz con esperanza, pero también con miedo, porque sabemos que aún tomará años reconstruir y que en el submundo criminal ya se está fraguando la repartición del poder que las FARC ha decidido abandonar. Sin embargo, se ha pactado en el Acuerdo que esta guerrilla y el Gobierno trabajarán en equipo para acabar con cualquier célula de violencia que quede y ya hay rumores de negociación con el ELN.
Hay muchas formas de decir que Si. Hay quienes no esperan a que termine la pregunta y revientan la palabra contra cualquier posibilidad de retractación. Hay quienes con los ojos cargados de lágrimas no pueden emitir palabra por la emoción y asientan con la cabeza.
Hay quienes llenos de escepticismo saben que la propuesta no es perfecta, pero es la mejor que puede haber para cerrar un capítulo de guerra sin un muerto más. Yo por mi lado, diré que Si pensando en el hijo que crece en el vientre de mi mejor amiga, ahí se cultiva el futuro de mi país. Ese niño (o niña) nacerá en un país en el que las FARC debatirán sus ideas con argumentos en la política y no con armas en la selva. Ese bebé podrá amar a su prójimo sin temor a que sea su enemigo. Esa persona que ella gesta será libre de ser quién quiera ser sin temor a la represión armada. Ese niño es mi Si.
Gabo, gran artífice de múltiples intentos de paz negociada, decía que había que hacer la paz con los ojos abiertos porque no debemos descuidarnos ante las amenazas ocultas y las que ahora se presentarán en el escenario. Sin embargo, nosotros, los que votaremos por el Si, hemos decidido hacerlo porque vemos cerca al país de nuestro sueños y lo recibiremos, Si, con los ojos abiertos, pero también con los brazos abiertos y el corazón lleno de amor.
Por: Teresita Goyeneche
Coordinadora del Premio García Márquez de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano