• 17/08/2023 00:00

Oposición juegavivo

“Seguramente, mucho de la explicación de este comportamiento está en las prebendas, privilegios, partidas, descentralización paralela, contratos, subsidio electoral y un largo etcétera”

La vida de los Estados en democracia, desde el punto de vista político, se parte en dos grupos básicos: aquellos que ejercen el poder –la función de Gobierno– y los gobernados que controlan o deben controlar su gestión. Dentro del segundo grupo está la oposición, tan amplia y diversa como sea el caso.

Estos roles se definen luego de cada proceso electoral. El pueblo con su voto otorga dos mandatos, a una propuesta política la manda a gobernar y a todas las otras opciones las envía a la oposición.

En reiteradas ocasiones he señalado que ambas partes son igual de fundamentales en un sistema democrático. No una más importante que la otra, ambas, porque son complementarias.

Para nuestra desgracia, en Panamá, la oposición –en sus diversas expresiones y con contadas excepciones– ha hecho dejación de su responsabilidad, generando un vacío, por lo que le corresponde buena parte del deterioro de nuestra institucionalidad democrática.

Con la sabiduría propia de su acuciosa y experimentada observación, el doctor Carlos Bolívar Pedreschi ha señalado que “ningún estudioso serio, podrá saber qué es peor en Panamá, si el Gobierno o la oposición”.

El liderazgo de oposición requiere capacidad de interpretación de los problemas del país, estudio agudo de las propuestas del Gobierno, contrapropuestas y soluciones sensatas y novedosas, disposición al debate, mucho talante democrático y, sobre todo, honestidad de propósito.

En términos generales, los partidos actuales se muestran inferiores a la magnitud de la crisis institucional que enfrenta Panamá y de los problemas nacionales. Limitados a la búsqueda del poder sin sentido ni proyección política y dejando en indefensión al pueblo que quieren representar.

No siempre ha sido así, en las décadas del 70 y 80, ante cada situación relevante, las distintas corrientes políticas se expresaban luego de largos análisis de sus comités políticos. Podía uno compartir o no sus visiones, pero, eran enriquecedores para el debate nacional. Hoy día, poco o nada de aquello queda. A lo sumo, alguna declaración personalísima, más que producto del análisis reflexivo de las organizaciones políticas.

El jurista español Juan Ferrando Badía dijo que “se está en la oposición cuando se desempeña 'de hecho' o 'legalmente' la función de control y no la de gobierno”.

Lo que puede parecer obvio es porque uno de los roles principales de la oposición está en el ejercicio del control político de la gestión administrativa y política de gobierno. Buena parte de ese control debe desplegarlo desde la Asamblea con sus diputados, a nombre de la opinión pública. Algunos estudiosos de la Teoría del Estado sostienen que ese control es, incluso, más importante que el papel legislativo propiamente dicho.

Aquí es común ver en los noticieros de la mañana a los dirigentes de los partidos de oposición expresándose contra alguna decisión o propuesta del Gobierno y, en la tarde, a los diputados de su partido votando a favor. Mimetizándose de tal forma que no hay manera de saber, claramente, qué diputado o concejal es de Gobierno y cuál de oposición.

Para muestra un botón, salvo el diputado independiente Juan Diego Vásquez, todos los miembros de la Comisión de Presupuesto reeligieron al señor Benicio Robinson como su presidente.

La oposición, no tiene excusa, de no poder ejercer su deber democrático en la Asamblea, por medio de sus diputados, están los medios de comunicación, las plazas y hasta las calles. Una buena pregunta sería ¿cuándo fue la última vez que un partido de oposición convocó a una protesta pública ante un exabrupto del Gobierno?

Seguramente, mucho de la explicación de este comportamiento está en las prebendas, privilegios, partidas, descentralización paralela, contratos, subsidio electoral y un largo etcétera.

En nuestro interior, cuando hay que acometer un trabajo y uno más vivo quiere esforzarse menos, el otro le grita “¡Oiga, compa, vamos emparejando las cargas!”. Hagamos el inventario de responsabilidades de la grave crisis que enfrentamos y repartamos las cargas.

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