• 20/11/2017 01:02

¿Hacia dónde vamos, Panamá?

¿Qué es lo que somos?, o mejor dicho: ¿hemos dejado de ser?

En los últimos meses me he preguntado, y quiero saber, quiénes somos hoy, a dónde vamos, en qué fallamos, por qué en Panamá, la ciudad de los rascacielos vacíos y guetos apretados, en casi todo seguimos cuesta abajo, pero muchos ni sienten su propio abismo o prefieren ignorarlo con justificaciones vacías.

He pensado mucho esto y cada día encuentro otra razón para preguntarlo, sin creerme puritano, buscando en el espejo interno alguna señal de fobia oculta o complejo camuflado, para saber si realmente somos esa población que hace unos meses se contagió de ‘bomba y plena viral', a tal punto que los espacios informativos apachurraron los temas importantes, e incluso, ignoraron el triunfo de estudiantes panameños en un campeonato internacional de química, mientras la dueña de la fiesta popular consiguió trajes de celebridad con ‘bomba y dinero'.

Quiero saberlo porque antes de ese espectáculo social-mediático ya me preguntaba si somos esos que al ver a un hombre moribundo, o al borde del suicido en un puente, o alguien ahogándose, corremos enseguida… a sacar el celular para grabarlo y hacerlo viral.

O seremos acaso esa población que últimamente aprueba con golpes de pecho que se diga o escriba, donde sea, la palabra ‘chuc_ a', porque ahora resulta que según algunos nos hace sentir más panameños.

O quizá somos parte de una población criticona del ‘juegavivo', la corrupción, la trampa, la coima, la injusticia… males de los cuales hablamos mucho, pero pocos hacemos poco para combatirlos, entretanto, seguimos esperando todo de quienes simulan ser tigres vegetarianos…

O si somos realmente esa población que en cambio acepta y elogia un gol fantasma junto a nuestra ‘bien premiada' tía heroína que nos hizo llegar al Mundial con un supuesto desmayo —por suerte los ticos ya habían clasificado—.

Llama además la atención que en defensa de esto ahora tenemos expertos comentaristas, quienes roncos se enorgullecen diciendo que ‘no importa cómo, vamos al Mundial', una frase que sin exagerar me recuerda maquiavélicamente que ‘el fin justifica los medios'. No importa si es malo o mundialmente atómico, había que ganar, así como se piensa en las guerras. ¡Juega vivo, no seas ‘moral'!

¿Qué es lo que somos?, o mejor dicho: ¿hemos dejado de ser?

Me lo pregunto porque me preocupa. Me preocupa porque me pregunto si, al aceptar ‘intelectualmente' el ‘juegavivo' por encima del juega limpio, más aquella palabra sucia –¿todavía es sucia, o no?–, gritada en plena transmisión de TV futbolera, la misma que ya resulta normal en las redes donde reina desnuda hasta por parte de ‘profesionales', entonces será que: ¿seguirá la aceptación pública de las otras de gran envergadura íntima?

Lo pregunto preocupado porque en un país cuya Asamblea Nacional enmaraña escándalos por donaciones y contratos suspicaces, en donde es viral una diputada que muestra sus grandes atributos, físicos, o donde los otros ‘honorables' exigen buenos autos, e inclusive, uno de ellos lanza proyectos de ley al estilo ‘patacón pisa'o' para cambiar el nombre a la música típica-popular y para aumentar un impuesto, so pretexto de encarecer el gusto por las bebidas azucaradas dizque para disminuir la diabetes; no sería nada extraño después la aparición de alguna propuesta para que estas palabritas ya no suenen obscenas. Y como cerecita, que el ‘juegavivo' se acepte como manera válida al competir o resolver la vida, sin reclamos hasta en casos de corrupción.

Claro que suena absurdo, no obstante, este es el país de las maravillas. Y tal vez estemos de acuerdo en que una ley como tal ni siquiera es necesaria en el planeta Panamá, debido a que el ‘juegavivo' parece parte de la cultura general y porque sabemos que, a diferencia de la rica corrupción, nuestra Educación Pública está neutralizada, negando la capacidad de pensar a muchos caminantes, quienes idiotizados quieren ser entretenidos viralmente. Es decir, ahora es hasta innecesario el lavado de cerebros político-mediático-empresarial, basta con inyectar a los ‘juegavivo en aumento' relajo, mucho show , coimas o regalos proselitistas, y desacreditar a los pocos pensantes con etiquetas de inadaptados.

Me preocupa y lo pregunto porque no veo el rumbo del país que realmente queremos para bien de todos. ¿Hacia dónde vamos? Y porque tampoco quiero imaginarme el día que nuestros niños pregunten a sus padres si ya pueden gritar desprendidos… esa palabra; o cuando sean tíos quienes optarán por desmayarse y esconder el balón, o pillarse algún examen escolar como recurso aplaudido para salir bien librados. Ni pensar en sus decisiones como votantes…

Es hora de preguntarse esto –si queda tiempo y nadie se desmaya–, reflexionando con honestidad: ¿vamos al Mundial?, sí, y cuando pase toda esa euforia, igual que la ‘bomba y plena', ¿a dónde vamos? Disculpen, los ejemplos perduran hasta hacerse costumbre o normas. Para bien, como población-país, pensemos patrióticamente.

PERIODISTA Y DOCENTE DE COMUNICACIÓN SOCIAL, UP.

‘Me preocupa y lo pregunto porque no veo el rumbo del país que realmente queremos para bien de todos. ¿Hacia dónde vamos?'

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