• 03/03/2022 00:00

Panamá: capitalista, socialista o híbrido

“En el proceso para producir un ser humano que sepa pensar, [...], ¿estamos aplicando los medios exigidos para formar el ser humano que avizoramos?”

“El ser humano es un animal de costumbres”, Hegel.

“No importa tanto lo que se hace, sino cómo se hace”, anónimo.

“No importa el color del gato, con tal que cace ratones”, Deng Xiaoping.

Frases que citamos para una comprensión de la lucha histórica, hasta antagónica, entre una consciencia inclinada al individualismo y otra al colectivismo; lucha que hemos propuesto resolver mediante un análisis crítico ideológico, de ese antagonismo, con la aplicación de una alternativa híbrida que integre las bondades de ambas, soslayando lo antagónico, para la armonía y progreso de los pueblos.

Pero ¿cómo evitar -como decía Hegel- que el hombre sea lobo del hombre? ¿Y cómo construir el hombre nuevo -como soñaba el Che Guevara? O, ¿cómo cumplir la sentencia siguiente que nos propuso A. Lincoln: “construiremos un Gobierno del pueblo, con el pueblo y para el pueblo”?

Será una larga espera, con aplicaciones en un proceso saturado más de dolores que de alegrías, para crear una sociedad verdaderamente humana, donde haya oportunidades y facilidades para satisfacer necesidades individuales y colectivas; para eliminar un extremado individualismo generador de concentrada riqueza para pocos y extrema pobreza para muchos y un colectivismo que frena las iniciativas creativas personales orientadas a satisfacer demandas colectivas.

Con ensayo-error, en algunos países -caso ejemplar China-, reconociendo los beneficios insertos en la aplicación de uno u otro sistema socioeconómico, han echado a andar propuestas híbridas que incluyen lo bueno del capitalismo (individualista) y el socialismo (colectivista); reconociendo que el primero, como base del desarrollo humano, pone los bienes de producción en manos de las competencias individuales y el segundo (socialismo) en el poder de las fuerzas colectivas; a sabiendas de que el capitalismo enfatiza lo económico para lograr el desarrollo social y el socialismo enfatiza lo social para lograr el desarrollo económico. Obviamente, en ambos sistemas se dan modos-relaciones de producción que producen determinadas conciencias: en el capitalista se produce lo que se ha llamado la conciencia burguesa-materialista-individualista-egoísta y en el socialista se produce el afán de servir con empatía-espíritu de solidaridad y sin afán de lucro material. En el primero los bienes capitales-materiales pertenecen a pocos, elogiándose a quien acumula más y en el segundo los bienes, con alto valor material, son de todos, elogiándose el valor moral y la entrega desinteresada en el servir. Ambas se dicen ser representativas de la verdadera democracia; pero irónicamente, ya en el poder, utilizan instrumentos represivos, abiertos u ocultos, para imponer su sistema. Su retórica es una falacia sobre lo que debe ser una verdadera democracia.

Aceptamos que la buscada y aplicada hibridez ideológica, en el trasfondo tiene la finalidad de formar entes humanos integrales con la capacidad de desarrollar una vida armoniosa entre todos; superando antagonismos generadores de destructivos conflictos, pues, los dos sistemas nacidos en pasados siglos, han sido superados por las nuevas realidades mundiales.

En nuestro país, que podemos llamar más precapitalista que socialista, porque aún no alcanza a exhibir las características que distinguen a ambos sistemas, se ensayó un modelo de producción con semejanza a los aportes socialistas, en la década de 1970 y fracción de 1980; casos: asentamientos campesinos, juntas comunales, comités de salud, cooperativas y escuelas básicas de producción agrotecnológica. Figuras que, con su desaparición, han dejado más interrogantes que buenos resultados; lo que demanda una retroevaluación para señalar causas y adquirir aprendizajes.

Panamá demanda un sistema socioeconómico coherente con su realidad particular dentro del contexto mundial. En consecuencia, exige la aplicación congruente con la visión que debemos poseer de él (país) que, correspondiendo a nuestra posición estratégica y misión histórica sin plena soberanía, es obligante el echar a andar un sistema nuevo, producto de consultar lo correspondiente a los enfoques experienciales de los dos sistemas aludidos y, sobre todo, lo que demanda nuestra realidad.

Las propuestas equilibrantes, con consulta de lo bueno del hoy y el ayer, hacen nacer soluciones sostenedoras de un verdadero desarrollo humano. Jamás un antagonismo radical ha producido paz y progreso; y solo, mediante las afinidades y coincidencias podemos crear congruencias incluyentes, superadoras de instintos naturales, catabólicos y anabólicos, que estimulan destruir lo viejo para construir lo nuevo.

En el proceso para producir un ser humano que sepa pensar, para que exista como sujeto-persona y no como objeto-cosa, ¿estamos aplicando los medios exigidos para formar el ser humano que avizoramos? Entonces, si el resultado-producto no es el esperado por poseer valores negativos-contrarios, ¿por qué no cambiar los métodos y recursos en el proceso para obtener el producto avizorado?

Históricamente, está demostrada la existencia de cambios periódicos de sistemas-modelos en la humanidad; inducidos por el avance de la ciencia, la técnica, el transporte aparejado con la comunicación; actuales presencias que se resumen en el dominio de lo virtual sobre lo presencial. Desde los tambores, la carreta y veleros, estamos en la cibernética-robótica; presencias que marca una nueva era que exige ser observada con mucho celo para no extraviar los valores esenciales; reconociendo que los avances científicos-tecnológicos deben servir para humanizarnos más y no al contrario. Subiéndonos a esa carrera de cambios, evitamos quedar rezagados y dolorosamente postergados en el avance de la humanidad. Jamás nadar mucho para morir en la orilla.

Invito, para orientarnos mejor respecto a los cambios presentes que marcan una nueva era y que aconsejan la aplicación de nuevos sistemas, leer tres aleccionadoras obras literarias: “La tercera ola” y “Las guerras del futuro”, de Alvin Tofler. Además, “21 lecciones par el Siglo XXI”, de Yuval Noah Harari.

Cambiar es existir para construir y no perecer.

Educador
Lo Nuevo
comments powered by Disqus