Así lo confirmó el viceminsitro de Finanzas, Fausto Fernández, a La Estrella de Panamá
- 26/09/2014 02:01
Colombia - Panamá: la carretera y demás conexiones
Conectar todos los países del Continente americano es una de las generalidades de un viejo discurso sobre la unión de las Américas. A su vez, construir rutas de transporte entre Colombia y Panamá es un tema específico de las economías y otros intereses en cada uno de estos dos países, que cada cierto tiempo vuelve a plantearse, en ocasiones acompañado de un sospechoso simplismo. Pero el asunto tiene varios aspectos y debe verse por partes, pues abarca el transporte de personas, cargas o energías.
La conexión aérea entre ambas naciones progresó mucho en los últimos años; desde que Copa adquirió Aero República se superaron las barreras proteccionistas colombianas y hoy varias ciudades de ese país están conectadas a Tocumen. Por otra parte, la conexión marítima es factible por el Atlántico y por el Pacífico, lo que puede facilitar un cuantioso transporte de cargas que, a falta de la necesaria política marítima, aún despierta poco interés de los inversionistas, pese a que Colombia anunció que ampliará la navegación tierra adentro por el río Magdalena. Finalmente, en materia energética, la interconexión eléctrica está bien estudiada y es enteramente posible —fue el Gobierno de Ricardo Martinelli el que la trancó—, y a su vez la conexión gasífera es factible y podrá ser muy lucrativa.
Todo ello se omite cuando el tema es reducido a señalar que falta hacer la carretera, asunto que tampoco ha interesado a los inversionistas y que, sobre todo, exige acordar cuál sería la ruta más apropiada. Esto es indispensable para prever la solución de los correspondientes problemas sociales y ambientales. El viejo proyecto panamericano proponía ir por el lado del Pacífico hacia Cali. El agresivo plan del presidente Álvaro Uribe quería romper por el centro del Darién hacia Medellín. Ambas opciones atravesando territorios despoblados y topográficamente difíciles, afectando comarcas indígenas y áreas de alto valor ecológico.
De Medellín a Panamá hay más de 800 kilómetros de territorio poco poblado y productivo. Si el objeto de la carretera es transportar carga, su operación solo sería rentable acarreando mercancías de altísimo valor, lo que no es el caso. Algo similar pasaría con la ruta de Cali. En cuanto al transporte de pasajeros, este es rentable para la aviación, que ya conecta a varias ciudades colombianas con la de Panamá, lo que asegura el volumen y el flujo suficientes para constituir un mercado. Eso no pasaría transportando pasajeros por el largo camino deshabitado y carente de servicios entre una sola ciudad colombiana y la capital panameña.
La otra alternativa terrestre sería bordear el Atlántico enlazando a Colón con Cartagena y Barranquilla —desde la boca del Canal hasta la del Magdalena—. Esta ruta cruzaría zonas colombianas pobladas, económicamente activas y con importante valor turístico, lo que puede sustentar mayor cantidad de cargas y cierto volumen de pasajeros. Este es el trazado de menor costo, aunque evaluarlo exige ponerse de acuerdo con las comunidades gunas acerca del proyecto de desarrollo que lo debe sustanciar.
Desde luego, toda alternativa deberá estudiarse de antemano, desde el punto de vista panameño, sin subordinarla a las seducciones ni las presiones de grupos e intereses particulares, pues detrás de ciertas propuestas se ocultan sospechosas agendas. Dado que el tema es de interés nacional, reclama discutirse entre todos los panameños interesados.
Esto incluye a quienes aún se oponen a construir la carretera. Al efecto, se alegan razones sanitarias, ambientales, migratorias, aduaneras y de seguridad. No obstante, la zona fronteriza ya no es una región aislada y la carretera misma ayudará a darle presencia permanente a las instituciones del Estado panameño, superar la informalidad del área fronteriza e instalar servicios y controles —que ahora no existen— para enfrentar cada uno de tales problemas: tráficos ilícitos, migración indocumentada, contagios animales o vegetales, bandolerismo. Con ello podrá implementarse un proyecto de integración nacional y desarrollo sociocultural, ambiental y económico de esa región.
¿Hay dificultades? Por supuesto —y muchas—, pero eso no es motivo para dejar de hacer, sino para hacerlo bien. En el ínterin, el éxito de las conversaciones de paz que ahora avanzan entre los colombianos seguramente contribuirá a resolver varios de esos problemas. La finalización del conflicto no solo podrá mejorar la convivencia en ese país, sino ampliar el campo de la institucionalidad y fortalecer los atractivos de su economía y revertir su constante pérdida de población productiva. La integración que nos interesa a los panameños es la que podrá florecer después de que termine la guerra.
*EXDIPLOMÁTICO Y ESCRITOR.