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- 12/10/2012 02:00
‘El periodismo en Panamá’
El periodismo es un oficio noble que aprecio grandemente. Mi padre lo ejerció por más de cincuenta años. El periodista consagra en su espíritu la tarea fundamental de informar y, en su ejercicio, fiscalizar el desempeño de los poderes, buscar la verdad, entregarle a la sociedad las novedades de manera objetiva, denunciar, analizar la realidad de los tópicos de opinión desde la grandeza de sus alcances éticos, y preservar con vigor la libertad de expresión como un bien social, desde la cual se enarbolan los derechos humanos.
Tareas nada sencillas y menos fáciles de realizar. Sobre todo si se intentan cumplir con decoro y algunas veces sin garantías, o en condiciones adversas que ponen en riesgo la propia vida de los periodistas.
Esto es esencial, si pensamos en la responsabilidad que conlleva el ejercicio del periodismo, para que sus profesionales estén en condiciones objetivas de satisfacer esa exigencia de hacer oír la voz de quienes necesitan ser escuchados.
Es importante tener conciencia del daño social que puede causar cualquier manipulación de la información, la descontextualización deliberada de un hecho periodístico, la no distinción entre lo frívolo y lo esencial de una noticia o un reportaje, o la sabia decisión de brindar más espacio al análisis de una noticia que a las veleidades del personaje que la protagoniza.
El país como tal no forma a los periodistas ni sus valores. Es el mismo individuo que decide ejercer su carrera basado en los principios éticos que regulan su profesión. Sin embargo, la Universidad tiene un papel fundamental en la formación integral de los periodistas, para alcanzar sus metas y las de la sociedad misma.
Actualmente el Internet impone un desafío, adicional a la velocidad con la que fluye la información, ya que los avances tecnológicos y las redes sociales han ampliado en incalculables proporciones la disponibilidad de información en general. De modo que existen allí, en esta coyuntura de la oferta global de información, argumentos sólidos de análisis respecto a cómo lograr que dicha información sea de primera calidad.
Ello es así porque una parte de la formación periodística está ligada a los postulados éticos que hacen la diferencia entre el periodismo serio y responsable y el amarillismo investigativo informativo. Por otra parte, existe el reto de orientar a la sociedad y cobijar sus exigencias, o manipularla con información superflua o no veraz.
Quizás algunos periodistas no tienen conciencia clara de su influencia y la de los medios de comunicación en la formación de la opinión pública. Por algo se le conoce como el Cuarto Poder del Estado. El derecho a la información que tiene la gente debe respetar, también, la vida de los involucrados en un hecho noticioso, mediante la verdad, de manera objetiva, sin distorsionar la información o tergiversar los hechos.
Aquí entra en escena un tópico no menos apasionante y controvertido. Muchos hechos noticiosos se originan en el Gobierno. Mantener el equilibrio entre éste y la prensa, basado en la transparencia de la información y su acceso al público, es tema de constante debate. Existe una delgada línea respecto a lo que tiene derecho a saber la gente y lo que a veces se quiere ocultar desde las instancias del Poder, o cuando el Gobierno reacciona en contra de los medios por divulgar hechos de corrupción y el derecho a la información que sobre ella debe tener la sociedad.
Nuestra democracia se mide por el tamaño moral de su prensa y el ejercicio de la libre expresión, y es justo reconocer la labor de aquellos periodistas constructores de valores democráticos, sin los cuales, no es posible asimilar la noción de una prensa libre.
Panamá no ha sido ni ajena ni esquiva a dicha contienda y se ha generado la conciencia social necesaria para la implementación y aplicación de políticas públicas de transparencia, promovidas por las organizaciones de la sociedad civil, los propios medios y las instituciones públicas. Motivo de orgullo es el celo con que la sociedad panameña cuida su libertad de expresión, sin la cual ninguna nación podría alcanzar sus metas del desarrollo, dotar a sus ciudadanos de instrumentos participativos en la gestión del poder y promover una auténtica cultura de paz.
Las reformas a nuestras leyes han logrado enaltecer la figura del Hábeas Data, que refuerza el sentido profundo de una libertad de expresión responsable, garantiza el acceso a la información y facilita el arbitrio responsable de la autorregulación de la información a discreción de los propios medios.
La libertad de expresión conlleva la responsabilidad de informar basado en principios éticos y en el respeto de las personas con apego a la verdad. Ello es fundamental para que el ejercicio del periodismo haga honor a los valores que lo rigen. La imagen de los periodistas se refleja en su forma de hablar y escribir, lo cual dice mucho de su bagaje cultural y profesional.
Por su lado, ello es igual para el conjunto del Gobierno, sobre todo para quienes ostentan la función de informar sobre los avances gubernamentales y que desde sus fortalezas inciden o llegan a incidir en la personalidad, por así decirlo, de las conductas colectivas de los panameños.
Estas son apenas reflexiones hacia un propósito: la excelencia del periodismo, así como el ejercicio responsable de su poder en la construcción de la democracia panameña y la promoción de la cultura de paz. Los panameños nos lo merecemos.
ABOGADO