• 07/11/2025 00:00

Panamá se debe volver a independizar

Todos los 3 de noviembre celebramos el Día de la Separación de Panamá de Colombia, fecha en que Panamá proclamó su independencia de Colombia en 1903, marcando el nacimiento de la República de Panamá como nación soberana.

Hoy estoy segura de que debemos declarar una nueva independencia de Panamá como nación, pero no para separarnos de ningún imperio, sino de algunos hábitos o actitudes que de alguna manera han perjudicado profundamente el desarrollo de nuestra Patria.

La primera independencia que debemos asumir como nación es, sin duda, la independencia de la corrupción.

Para cada hijo de Panamá, la corrupción representa uno de los principales males que enfrentamos, una dependencia perversa al “juega vivo” que ha alcanzado niveles insospechados. Esa corrupción, además, se sostiene bajo el amparo de un sistema de justicia que debe volver a ser ciego y a impartir sentencias con igualdad, sin privilegios ni excepciones, especialmente contra quienes han robado el dinero de nuestro pueblo.

Durante las últimas décadas, una vergonzosa justicia selectiva ha recorrido las calles de nuestro país. Solo por citar un ejemplo, el caso Odebrecht. Su entramado de corrupción fue descubierto en Brasil en el año 2003 y tuvo repercusión en 14 países. En la mayoría de esos Estados, los casos fueron llevados a juicio y sus responsables condenados. En cambio, en Panamá seguimos esperando justicia.

Debemos independizarnos de la burocracia, ese conjunto de normas y reglas que establecen un orden para distribuir y gestionar temas propios del Estado, pero que en realidad se ha vuelto un cobijo para la corrupción, la tramitología excesiva y la ralentización económica de un país que reclama, hoy más que nunca, agilidad y movimiento económico, pero vive atado a una burocracia pesada y lenta que no ayuda a la inversión y la creación de empleo.

Panamá debe ser libre de los politiqueros, esos individuos apátridas, sin alma y con un bolsillo infinito que solo buscan elección tras elección, asegurarse un sustento económico que devengan por medio de un nombramiento o un contrato con el Estado.

Estos personajes adictos al poder y la taquilla se adaptan camaleónicamente a las circunstancias, conocen el verbo exacto para convencer a algunos compatriotas e inclusive a los dirigentes de turno. Se esconden con sobrenombres y se confunden con ciudadanos honestos que realmente desean un cambio para el país.

Sin duda, debemos liberarnos para avanzar, llenarnos de orgullo por lo que somos y celebrar nuestro gentilicio y nuestra independencia. Entendamos que este país lo construimos todos, pero con honestidad, respeto y transparencia.

Recordemos que la equidad es más valiosa que la igualdad, porque reconoce diferencias y garantiza que todos tengamos las mismas oportunidades para salir adelante.

Si queremos cambiar la realidad de Panamá, debemos empezar por cambiar nuestra propia realidad, nuestras actitudes y nuestras acciones cotidianas. Solo así podremos transformar lo que nos rodea.

Feliz mes de la patria, y que la independencia de todo lo negativo sea un decreto moral firmado por el pueblo panameño.

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