• 04/12/2025 00:00

Panamá y China: una visión estratégica

Este artículo está basado en la intervención del Dr. Oydén Ortega en ocasión de los ocho años de los vínculos diplomáticos de Panamá y China. En un escenario internacional marcado por transformaciones de los procesos productivos, la revolución tecnológica y el reposicionamiento de Asia en la economía mundial, China se ha consolidado como un actor central, con capacidad para dinamizar el comercio, la inversión y la cooperación internacional. Para un país pequeño, abierto y con vocación de servicios como Panamá, esta nueva arquitectura del poder global entraña desafíos, pero también amplias oportunidades para fortalecer su economía, diversificar socios y proyectar su papel como plataforma logística y financiera de alcance mundial.

China ha consolidado, desde las reformas de 1978, un modelo de desarrollo que combina mecanismos de mercado con planificación estratégica, logrando sacar de la pobreza a cientos de millones de personas y ubicarse como la segunda economía mundial. Ese peso económico ya se refleja en Panamá: el comercio bilateral pasó de 6,380 millones de dólares en 2016 a 12,840 millones en 2024, con inversiones directas cercanas a 1,400 millones y un incremento sostenido de las exportaciones panameñas de carne, pollo, frutas, café y harina de pescado hacia el mercado chino.

Para Panamá, país marítimo, logístico y de servicios, China no es solo un socio comercial relevante: es un actor clave para diversificar nuestra inserción internacional. El tránsito de buques chinos por el Canal y el movimiento de mercancías en la Zona Libre de Colón constituyen pilares de esa interacción, pero no deberían ser su límite. Existe margen para profundizar en cadenas de valor vinculadas a la logística avanzada, los servicios financieros, el comercio electrónico, la economía digital y las energías limpias, siempre bajo criterios de transparencia, sostenibilidad y beneficio recíproco.

La relación con China debe leerse también a la luz de nuestros intereses permanentes: la soberanía sobre el Canal, la vigencia del Tratado de Neutralidad y el rechazo a cualquier fórmula que suponga coadministración o defensa conjunta del mismo. La política exterior panameña está llamada a afirmar con claridad que solo Panamá administra y defiende el Canal, al tiempo que construye con China vínculos basados en la coexistencia pacífica, la no injerencia y el respeto mutuo.

En el plano político-diplomático, la adhesión panameña al principio de “una sola China”, respaldado por la Resolución 2758 de la Asamblea General de la ONU, constituye un compromiso jurídico y político que debe ser gestionado con prudencia y coherencia. Cualquier ambigüedad respecto a Taiwán afectaría gravemente la confianza bilateral y limitaría las perspectivas de cooperación.

Más allá del comercio, las potencialidades abarcan la cooperación en infraestructura, turismo y en una amplia gama de sectores. Programas de becas, intercambios académicos y proyectos conjuntos de investigación pueden fortalecer capacidades nacionales en áreas cruciales para el desarrollo. En lo cultural, Panamá puede proyectarse como puente para la región, aprovechando su posición geográfica.

Aprovechar estas oportunidades exige una política de Estado, no solo de gobierno. La relación con China debe estar guiada por un amplio consenso nacional –como el que impulsó el establecimiento de vínculos plenos– y por una evaluación rigurosa de cada proyecto, de su impacto social y ambiental, de su sostenibilidad financiera y de su compatibilidad con el interés nacional.

En un contexto de tensiones crecientes entre grandes potencias, Panamá debe evitar alineamientos automáticos en rivalidades ajenas. Una diplomacia soberana puede hacer de la relación con la República Popular China un eje de desarrollo y autonomía estratégica, siempre que se gestione con visión de largo plazo y firme defensa de los intereses permanentes de la nación.

Lo Nuevo