• 21/11/2025 00:00

Panamá y Taiwán: una relación que merece renovarse

La política exterior panameña ha experimentado giros significativos en las últimas décadas, pero pocos tan trascendentales y polémicos como la ruptura de relaciones diplomáticas con Taiwán en 2017. Esta decisión, tomada de manera discreta y sin consulta pública, sorprendió a la sociedad panameña y generó inquietud entre aliados estratégicos, como Estados Unidos, para quien Taiwán representa un pilar fundamental en la arquitectura de seguridad y comercio en Asia.

Durante más de setenta años, la relación bilateral entre Panamá y Taiwán se caracterizó por la cooperación, el respeto y la ausencia de condiciones onerosas. Taiwán, a través de programas de asistencia técnica, donaciones y financiamiento, aportó más de $450 millones a Panamá entre 1990 y 2017, según fuentes oficiales. Este apoyo se tradujo en proyectos tangibles: desde la modernización de hospitales y escuelas, hasta la construcción de infraestructuras emblemáticas y el fortalecimiento de sectores productivos. Empresas taiwanesas, como Evergreen, han mantenido inversiones relevantes en la Zona Libre de Colón y el sector logístico.

El comercio bilateral fue otro pilar fundamental. Antes de la ruptura diplomática, el intercambio comercial entre ambos países superaba los $250 millones. Panamá exportaba a Taiwán café, mariscos, carne bovina, azúcar y productos agrícolas, mientras que importaba tecnología, maquinaria y bienes de consumo. Tras la ruptura, el comercio se redujo drásticamente, cayendo a cerca de $120 millones en 2022. Esta caída refleja no solo la pérdida de un mercado importante para productos panameños, sino también la disminución de oportunidades de inversión y cooperación técnica.

El cambio de rumbo hacia la República Popular China (RPC) respondió a una tendencia global, impulsada por la creciente influencia económica de Pekín. En América Latina y África, la estrategia china ha sido clara: inversiones masivas en infraestructura, préstamos y proyectos emblemáticos, a menudo acompañados de condiciones poco transparentes y una creciente dependencia financiera. Según la Cepal, la inversión china en la región superó los $130 mil millones en la última década, con Panamá como uno de los principales receptores en Centroamérica. Sin embargo, este flujo de capital no ha estado exento de controversias, incluyendo preocupaciones sobre la sostenibilidad de la deuda, la transparencia contractual y el impacto en la soberanía nacional.

El contraste entre la cooperación taiwanesa y la estrategia de la RPC es notorio. Mientras Taiwán apostó por la amistad y el desarrollo sin exigir alineamientos políticos, la RPC ha condicionado sus relaciones a la exclusividad diplomática y a la ruptura total de vínculos oficiales con Taipei. A pesar de ello, más de cien países en el mundo, incluyendo potencias como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Brasil, han encontrado fórmulas para mantener relaciones comerciales y culturales con Taiwán a través de oficinas de representación no diplomáticas. Estas “Oficinas de Taipei” operan bajo marcos jurídicos flexibles, como misiones internacionales, cámaras de comercio o entidades culturales, y han demostrado ser instrumentos eficaces para promover el intercambio económico, académico y tecnológico.

Panamá, como miembro de pleno derecho de la Organización Mundial del Comercio (OMC), mantiene obligaciones multilaterales tanto con la RPC como con Taiwán (Chinese Taipei). Ambos miembros cuentan con misiones permanentes ante la OMC, lo que implica el reconocimiento mutuo de derechos y deberes en materia comercial como el Tratado de Libre Comercio Panamá-Taiwán.

Retomar y fortalecer los lazos comerciales y culturales con Taiwán traería beneficios concretos para Panamá. Taiwán es la 21ª economía del mundo, con un PIB cercano a los $800 mil millones y un comercio exterior que supera los 800 mil millones anuales. Es líder global en tecnología, innovación y manufactura avanzada, y su sector de semiconductores es esencial para la industria mundial. Una relación comercial con una economía como la taiwanesa abre oportunidades para la transferencia de tecnología, la atracción de inversiones y la diversificación de mercados para Panamá.

El debate sobre la apertura de una “Oficina de Taiwán en Panamá”, y viceversa, no es solo una cuestión de pragmatismo económico, sino de afirmación soberana. Limitarse por presiones externas, cuando otros países han encontrado soluciones creativas y efectivas, es renunciar a la capacidad de decidir en función del interés nacional. La experiencia de América Latina y África con la RPC muestra que la dependencia excesiva puede acarrear riesgos geopolíticos y económicos considerables, mientras que la diversificación de socios y la apertura a diferentes modelos de cooperación fortalecen la autonomía y la capacidad de negociación de los Estados.

Panamá tiene la oportunidad de corregir el rumbo, aprendiendo de la historia reciente y de las mejores prácticas internacionales. Identificar nuevas vías para retomar relaciones culturales y comerciales con “Taipei, China”, bajo un formato adecuado, sería un paso en favor de la pluralidad, la apertura y la defensa de los intereses nacionales, y sin que ello se interprete como un desafío a la RPC.

En un mundo cada vez más interconectado y competitivo, la verdadera fortaleza de Panamá radica en su capacidad para mantener la puerta abierta a todos los actores que contribuyan al desarrollo, la innovación y el bienestar de su gente. La historia demuestra que la amistad y la cooperación, cuando se basan en el respeto mutuo y la transparencia, son siempre una apuesta ganadora y renovar las relaciones con Taiwán sería una.

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