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- 07/08/2011 02:00
Pandillerismo
ABOGADO Y PROFESOR.
Desde épocas tempranas nos debimos organizar en grupos sustentados por la ley del más fuerte, para alcanzar el liderazgo y la jerarquía en el grupo y así apoderarnos del territorio definido. Esto no ha cambiado en nuestros días, excepto porque concurrimos a sofisticadas y conciliadas leyes dentro de las sociedades más dinámicas, para gobernar en su territorio y lograr una coexistencia pacífica en el resto del mundo, aparte de la diaria batalla para controlar los elementos de la naturaleza y someter al resto de los animales incluyendo a los microscópicos. Esto es lo mismo con las pandillas dentro de una sociedad determinada, en la que un pandillero debe lidiar por un lado con el gobierno y por el otro con las otras pandillas rivales por el territorio y la jerarquía.
Alguien dispuesto a renegar de la ley debe sentirse inconforme desde el desintegrado seno familiar en el que sobrevive con padres viciosos, que promueven los malos ejemplos, junto al completo abandono moral, que bajo este enfoque, lo podemos definir como el desconocimiento de las buenas costumbres y en sus efectos, declinar hacia una vida sibarita, al consumo de drogas, la prostitución, delincuencia y afines. Un sujeto epicúreo está muy lejos de la idealización de la lucha por cambiar la opresión existente de los que tienen todo contra los que nada tienen. No son lo mismo, los grupos que se levantan en armas contra un gobierno establecido en oposición al sistema imperante y en abierta crítica por la falta de atención a las necesidades básicas de la población y que conocemos como las denominadas guerras de guerrillas.
En la disgregación social, los jóvenes perciben el mal ejemplo del comportamiento de los mayores que no hacen lo que dicen. Así mantenemos a familia descuidada por ocuparnos en atender las obligaciones laborales, con dos o tres trabajos en turnos sucesivos, aparte de lo de la madre, que también trabaja a la par, de modo que ambos se ausentan de la casa y los menores se abandonan o quedan al cuidado de un anciano o de una empleada doméstica; van al colegio en bus ayunos del apoyo maternal y paternal; además de estar bajo la presión de grupo en esta sociedad decadente.
Los que nacen en cuna pobre, luchan para excepcionalmente escalar en determinadas profesiones de renombre, porque el resto, se debe conformar, sin que esto deshonre, con ser buhoneros, conductores, trabajadores manuales o simplemente asalariados, porque la disyuntiva de comportamiento los hala al malvivir, para lograr adquirir bienes suntuosos mediante la ilicitud y vivir con la apariencia de personas de bien. Visto de esta manera, tienen escasa probabilidades de lograr un empleo por los prejuicios y desconfianza que generan su manera de actuar, hablar con aspavientos o las inflexiones de voz, pintarse o cortarse el cabello, peinarse, vestirse, colocarse oro en los dientes, tatuarse o de perforar los lóbulos de sus orejas u otras partes del cuerpo y, en especial, estampar la dirección domiciliaria.
Este es el trabajo sociológico por hacer.
Parece un disparate la concepción de una ley en Panamá como se reflejada en el artículo 330 del Código Penal, que sanciona al pandillero con pena de prisión entre cuatro y seis años, y que lo agrava, de siete a catorce años de prisión, si emergen de la investigación los cargos por delitos como: homicidio, secuestro, extorsión, robo, hurto de autos y accesorios, delitos relacionados con el tráfico de drogas, blanqueo de capitales, delitos financieros, violación sexual, trata de personas, pornografía infantil, terrorismo o tráfico de armas.
Por otro lado, para erigir con el grado de pandillero se deben concertar previamente tres o más personas de manera habitual, con el propósito de cometer delitos, pero lo peor es que se distingue a los pandilleros, si éstos reúnen dos de las siguientes características: Tener, poseer o usar armas sin especificar si son de fuego, cuchillos u objetos para producir el daño; utilizar símbolos personales o colectivos para identificar a sus miembros; tener control territorial y, finalmente, lograr la jerarquía o liderazgo dentro del grupo.
Al analizar lo expuesto en el párrafo anterior, empezaremos por el final: La sonada jerarquía dentro del grupo ilícito es una agravante, que se compone hasta la tercera parte de la pena, tal y como lo establece el artículo 331 de la misma excerta legal. Sobre el control territorial, eso es muy discutible y es propio de megasociedades. Es decir, con un conglomerado de más de 10 millones de habitantes en un espacioso territorio o lo contrario, con tal densidad territorial, que hace difícil cualquier control. Aquí en Panamá hay rivalidades de grupos más que de pandillas. Los símbolos personales o colectivos para anunciar la presencia del grupo. Aquí no estamos frente al escaso control gubernamental, como para desafiar la Ley, más bien es una protección individual dentro de un determinado territorio, para alcanzar una constreñida libertad de movilidad sin el riesgo de lesiones o muerte y; lo de las armas, cualquier mortal trata de defenderse y se toma el riesgo de un proceso, ante la posibilidad de perder la vida.
No existe intención de legislar científicamente para lograr el bienestar de todos, lo hacemos más bien para reprimir y, además, forjamos esto tan mal, que aumentamos las penas a capricho sin construir más cárceles, lo que aumenta el hacinamiento. No tratamos de disminuir la delincuencia con prevención o rehabilitación y en cambio reglamos un parapeto como para cumplir con la enunciación de la Ley, sin que ésta cumpla su cometido.