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- 16/09/2013 02:00
¿Qué pasa en Panamá?
Si todo está bien en Panamá, no hay de que preocuparse y no hay más nada que hacer. Sería lo deseable, más los acontecimientos apuntan en otra suerte de cosas. Nuestro escenario político partidista contrasta con otros eventos de una asamblea exitosa, de otras épocas. En la década de los años 60, por ejemplo, se dictó un fallo que ya hoy pocos recuerdan. Cuando se elevó a consulta a la Asamblea de Diputados, sobre si los soldados de la Guerra del Coto, (Costa Rica), merecían o no una pensión vitalicia, por su lucha en la reivindicación de territorios, el fallo fue el siguiente: ‘La patria se defiende gratis’.
Por cierto que el último diputado, ya pasó por la Asamblea hace más de 40 años. Hoy vemos con desacierto cómo la razón de ser y el móvil de la participación y presencia en el recinto legislativo parece ser la avaricia, el deseo de poder, las permutas de una cosa por otra, arreglos (bajo o sobre) la mesa, mientras los inocentes duermen.
Da pánico escuchar cómo hablan de dietas, viáticos o privilegios cifrados en miles, sin que el pudor sonroje sus mejillas. Es como una rapiña, en donde la avifauna de zopilotes o águilas con sus ojos rayados en sangre acuden al festín. ¿Cuál festín? El presupuesto público por supuesto, que de público no tiene nada, porque solo unos cuantos lo conocen. En la Asamblea, valen las comisiones por el importe económico que reporta a quien participa en ellas.
El deseo de trabajar por el país, reparando entuertos y delineando las mejores políticas a seguir, parece ser el ocaso del sol brillante de un poeta ya citado. Como ciudadano y observador de estos fenómenos, me atrevería a decir: ¿Por qué no mejor, le quitamos a los legisladores todos esos sueldos, premios y privilegios y le reemplazamos por un sueldo simbólico? Estoy seguro de que nos libraríamos de tanto individuo oportunista, advenedizo, por decir poco. A cambio podrían participar los individuos con verdadero sentido de patria y con conocimiento de causa y efecto de lo que necesita el país.
Tómelo como quiera, pero no deja de ser un experimento que ahorraría muchos millones a los que sufragan las arcas del Estado; aquellos que evitan que el país quiebre; es decir, el panameño que paga los impuestos. No cabe aquí el caso de las aduanas, en donde se les incrementa el sueldo a los funcionarios para que no caigan en la coima y otros arreglitos.
A modo de comparación; hace poco vimos una bandera ondear en las cercanías del Hospital San Miguel Arcángel, en San Miguelito, era la bandera del Partido Panameñista. En otros años, en tanto se mantenía la presencia de los norteamericanos en la hoy área del Canal, era obligatorio que la bandera gringa y la panameña ondearan juntas. Semanas previas a la invasión de EE. UU. a Panamá, las opiniones estaban divididas entre los que clamaban la invasión de los norteamericanos y otros que negaban a muerte este evento.
Esto nos sugiere el hecho de que necesitamos protección, ¿de qué?, de un poder superior, porque los panameños no parecen saber gobernarse. Se respira mucho desgreño, desorden y otras plagas; partículas microscópicas dañinas, danzan o bailan en el agua, tierra y aire. Inútil decir que la basura es uno de estos detonantes, al igual que la salubridad del agua que tomamos.
Las grandes obras y proyectos son como mamparas que cubren las falencias de muchos ciudadanos que solo sufren los golpes y no se dan cuenta de nada. Si al menos pudiéramos contar con el cumplimiento de la justicia, pero ya sabemos que es un busto por develar; su lugar lo robo la impunidad. De modo que en esto, estamos desamparados. Y pensar que unos de los profetas en la Santa Biblia vociferó: ‘Donde existe la injusticia, el espíritu de Dios se va’. Así estamos en Panamá, como en el casino, a ver qué sale... ¿Quién da más? ¿Esperaremos al Chapulín Colorado, al llanero solitario o a Sigfrido en la cueva del dragón?
ECONOMISTA.