• 24/10/2015 02:00

La peor pesadilla legislativa

Cuando escuché lo de las explosiones en la Asamblea Nacional, me imaginé a todos esos diputados corriendo a tropezones por sus vidas. 

Cuando escuché lo de las explosiones en la Asamblea Nacional, me imaginé a todos esos diputados corriendo a tropezones por sus vidas. Los imaginé (gordos, flacos, altos, pequeños, jóvenes, viejos, mujeres y hombres ensacados) atropellándose en plena histeria de supervivencia. Hubiera preferido imaginarlos en actitudes heroicas, tratando de abrirle paso a los más vulnerables, al pueblo de las gradas y cosas por el estilo. Pero no sé por qué me vino a la cabeza un tremendo despelote. Los unos pasando por encima de los otros, atajando ancianos, mujeres o niños, para llegar primero a la salida.

Es perfectamente normal que una persona piense primero en preservar su vida, no la de los demás. Esas historias de héroes sacrificados son muy poco creíbles fuera de la pantalla de cine, computadora o TV. De hecho, en situaciones catastróficas de desesperación máxima, la fuerza se impone, y no siempre ocurre aquello de ‘mujeres y niños primero '. Mucho menos en nuestro país, donde los modales se han ido perdiendo y los caballeros, y las damas, se han convertido en especies en peligro de extinción. Pero uno esperaría un poco más del líder de varios miles de panameños. Cuando menos un poco de serenidad o claridad mental, para discriminar de dónde vienen las explosiones y hacia dónde huir. Sin embargo, ¿por qué cubrir las reacciones de un diputado dentro del parámetro de lo esperado, si la mayoría de las veces nos decepcionan? Siendo ellos tan astutos, resbaladizos y oportunistas, en un asunto de supervivencia serían los primeros en correr y los más veloces haciéndolo.

¿Detonaciones, explosiones o atentado? Eso sí me llamó la atención. ¿Por qué un político panameño pensaría en atentado? En lo que lo escuchaba, me vino a la cabeza la Colombia de Pablo Escobar, no el Panamá de ahora. Si yo fuera diputado, tendría más reparo al expresarme así. Pensar que puedan atentarme, en medio palacio legislativo, es algo de proporciones mayores, injustificable a lógica simple.

Pero, como bien dice el refrán, que ‘el que no la debe no la teme '. ¿Acaso en Panamá, ha llegado la hora de pensar en atentados de semejante calibre? ¿Por qué un diputado pensaría de esa forma, por qué se sentiría tan vulnerable, y en pleno ejercicio de funciones? Supongo que tampoco sería de alarmarse, habiendo casos previos de atentados a índole personal. Pero que alguien atente contra la Asamblea Nacional panameña, sería más que un evento individual o aislado, un golpe de Estado.

También habría que considerar la fuerza de las explosiones, cuando alteró tanto a los honorables. Por radio y TV no se escuchaban tan graves, en consecuencia, no podría apoyar o desvirtuar la proporción de sus reacciones. Sin embargo, la comodidad se les agrió un poquito. Es distinto apreciar de lejos una horda enardecida de manifestantes tratando de vulnerar el perímetro de la Asamblea, a sentir explosiones dentro del recinto. Aclarando de antemano la diferencia ‘moral ', por así decirlo, entre explosión y detonación. O tal vez solo sean sus conciencias, haciéndoles un poco de ‘ruido agregado ' a las emociones. Porque, si bien muchos de nosotros casi no dormimos evitando el tranque, quizá muchos de ellos tampoco lo hagan evitando a sus votantes. ¿Total, cuánto estrés podría ocasionar engañar a todo un pueblo?

INGENIERO EN SISTEMAS.

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