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- 30/08/2021 00:00
La peor variante: la totalitaria
El Gobierno nacional ha anunciado, a través de la Autoridad Nacional para la Innovación Gubernamental (AIG), un Gran Hermano con el que vigilará los movimientos de cada ciudadano, qué sitios visita, con qué otras personas se reúne, con qué frecuencia y por cuánto tiempo. Y en lugar de rechazo rotundo, que es lo único que habría que esperar de semejante despropósito, lo que observo a mi alrededor es que gran parte de la llamada sociedad civil parece no solo no objetar la introducción de tan obvia herramienta de sometimiento y extorsión, sino que, encima, la aplaude.
Me refiero, por supuesto, a la anunciada herramienta llamada de “movilidad segura”, eufemismo diseñado para engañar a los ingenuos. Verá, la introducción de medidas expansivas de poder en detrimento del ciudadano jamás es anunciada como introducción de medidas expansivas de poder en detrimento del ciudadano. El gobernante ansioso de poder jamás dice “quiero más poder”, sino que esgrime razones de bienestar social o, como en este caso, de salud pública. El uso de eufemismos como “movilidad segura” es un clásico truco de manipulación burda y barata con que antes solían engañar solo a los más ingenuos, pero el problema es que, al parecer, gran parte de la llamada élite empresarial e intelectual de este país ha perdido por completo cualquier rastro de suspicacia hacia el Estado y los gobernantes.
No tengo dudas de que las autoridades y los proponentes de esa herramienta de vigilancia sobre los ciudadanos, que pretende establecer el Gobierno, negarán que esta vaya a ser usada para lo que señalo. Dirán que solo será usada para los fines declarados. Del mismo modo en que hace veinte años la Ley Patriota en EUA fue promovida por su Gobierno como algo que solo sería usado contra terroristas, y que años después quedó en evidencia que los poderes otorgados por dicha pieza de legislación estaban siendo usados contra la población norteamericana en general. Las revelaciones de Edward Snowden tan solo vinieron a corroborar lo que ya llevaban años señalando otras personas, quienes eran tildadas desde el “establishment” como “conspiracionistas”.
El sistema del Código QR requiere que cuando usted vaya a ingresar a un establecimiento, digamos, un restaurante, en dicho establecimiento verifiquen vuestro estatus de vacuna con ese código QR. Cada vez que en un establecimiento empleen una terminal de verificación de su código QR, necesariamente el sistema estará reportando a una base de datos centralizada que “en el restaurante Sabrosón, se ha consultado, el lunes 30 de agosto de 2021, a las 11:59 a. m., el código QR de Juan Pérez”. Allí pues, una base de datos centralizada a manos del Gobierno, para vigilar qué sitios frecuenta usted, en qué horarios y días de la semana.
Y eso no es todo. El Gobierno va a tener acceso también a información de con quiénes se está usted reuniendo en el restaurante Sabrosón. Es juego de niños cruzar la data de otros códigos QR que hayan sido consultados en minutos cercanos al momento en que el de Juan Pérez fue consultado en el mismo restaurante, para tener una lista de las personas que estuvieron en ese restaurante durante el tiempo en que Juan Pérez estuvo allí. Y luego, cuando otro día vuelvan a coincidir las mismas personas que coincidieron con Juan Pérez, ya sea en ese mismo restaurante o en otro, ya el Gobierno sabrá con quiénes se está usted reuniendo con regularidad, pues, la probabilidad de que la concurrencia simultánea de las mismas personas en dos o más ocasiones en el mismo sitio tiene muy escasa probabilidad de ser mera coincidencia. Allí lo tiene, el Gobierno tendrá la información de qué restaurantes, cafeterías o tabernas frecuenta, y con quiénes se reúne usted. ¿Usted realmente cree que esa información no será usada con fines aviesos?
Me extraña sobremanera que, en medios televisivos, cuando entrevistan al director de la AIG, no cuestionen absolutamente nada de esto. Que periodistas proyecten una fe ciega en las buenas intenciones de programas de vigilancia estatal sobre el ciudadano. Me sorprende también que la élite empresarial del país, en otras épocas combativa y suspicaz del poder del Gobierno, ahora parezca sumarse al carrito del establecimiento de un sistema distópico de vigilancia sobre el ciudadano. ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Les dieron a todos algún jarabe de control mental? ¿Qué se necesita para que las personas despierten y se den cuenta de que si algo nos dice la historia, es que permitir que el Gobierno cuente con semejante capacidad de vigilancia sobre la ciudadanía, necesariamente va a ser usado para fines que nada tienen que ver con salud ni protección de la población, y en cambio todo que ver con sometimiento, autoritarismo y extorsión?
¿Qué se necesita para que mi pueblo despierte? ¿Qué se necesita para que la sociedad entienda que por miedo a un virus estamos permitiendo la destrucción sistemática de libertades, derechos y privacidad de los ciudadanos? ¡¿Qué carajo se necesita para que despertéis?!