• 22/02/2024 00:00

Poder e ideología en las decisiones electorales (I)

[...] la doctrina que predomina en la partidocracia criolla no están concebidas en entelequias, sino en la conformación de intereses de las élites económicas [...]

Es muy frecuente encontrarnos en los medios de comunicación tradicionales y no tradicionales, con ideas que no hacen diferencia con lo que cualquier lego u opinador de café formulan en sus intervenciones, con el obvio resultado de andar de tumbo en tumbo en sus interpretaciones y pronósticos de los comportamientos en sociedad, en este caso, de la toma de decisiones políticas electorales.

Una de estas tesis peregrinas tiene que ver con la supuesta “inexistencia de ideologías” de los partidos que dejan cual veleta direccionada por el viento, a sus simpatizantes y activistas. La añoranza de los partidos sin “plataformas doctrinales” aparece en los creyentes de esta idea como la razón de la dispersión de las conductas políticas de la población. En el fondo, quienes sostienen esa tesis, extrañan la certeza del comportamiento de los militantes de sus partidos que seguían una determinada “línea” acordada o no por sus membresías. Hoy, no saben a ciencia cierta qué conducta esperar de los electores, justificando sus incertidumbres con el hecho de que las poblaciones —no estos tecnócratas de la política— viven una sociedad que el sociólogo Bauman —en realidad más filósofo que sociólogo— denominó como la “sociedad líquida”, equivalente a la figura de la veleta mencionada anteriormente, pero que no resulta ser una interpretación crítica de la dispersión en cuestión.

Tal tesis pierde sustento empírico y teórico cuando se entiende que dicha pérdida de las plataformas doctrinales aprehendidas por sus membresías, hace rato fue suplantada por otras plataformas doctrinales generalmente no escritas, pero que hacen parte de los valores, actitudes y prácticas de las poblaciones simpatizantes. Estas no son otras que las diversas modalidades de las doctrinas neoliberales; las mismas que ponen por delante de toda política particular y pública, que sigue a la ética económica de la búsqueda del máximo de ganancia para la acumulación privada. Al momento de la campaña electoral, es fácil encontrar el fomento de dicha tesis en aquellos (as) candidatos (as) que ofrecen gestiones de gobierno que “ponen dinero en el bolsillo” en la gente. La cuestión aquí es que estos candidatos no terminan de decir que se pone más dinero en los bolsillos de las clases trabajadoras cualificadas y no cualificadas, para que tengamos con qué satisfacer las subidas leoninas de precios de los artículos de la canasta básica familiar, con lo que el negocio de los grupos económicos a los que representan tales candidatos resulta más que redondo y a la vuelta de la esquina, esa puesta de dinero en el bolsillo no resulta más que en un anzuelo para aumentar las desigualdades socioeconómicas, exactamente como se ha dado desde al año 1990 cuando los agentes políticos de estos partidos se han turnado el ejercicio gubernamental.

También expresan esta plataforma doctrinal neoliberal, aquellos que prefieren la ejecución de proyectos generadores de mucho dinero, que en el fondo resultan de alto costo para los ecosistemas, incluida la población que debería disfrutar de esos frutos monetarios. Sin duda, aquí se retratan de cuerpo entero quienes porfían en hacer de Panamá un país minero metálico o quienes prefieren impulsar proyectos de potabilizadoras de agua y proliferación de servicios de camiones cisterna en la región metropolitana, cuando es más rentable económica y socialmente la eliminación de las fugas de agua.

Pues bien, estas prácticas de la doctrina que predomina en la partidocracia criolla no están concebidas en entelequias, sino en la conformación de intereses de las élites económicas —y de los que aspiran a imitarlos— convertidos en argumentos agradables a los oídos de las clases trabajadoras de bajos, medios y altos ingresos salariales (ninguna se salva) cultivadas en el más compulsivo consumismo, para que aquellas logren sus máximas ganancias.

Ergo, ninguno de los partidos que abanderan estas tesis en períodos electorales y de gobierno están huérfanos de “plataformas doctrinales”. Las corrientes neoliberales son las nuevas doctrinas que amalgaman las prácticas políticas de sus dirigentes y bases. Lo singular en las últimas tres décadas, es que todos, absolutamente todos los partidos que están en la contienda electorera actual, poseen, difunden y practican con tonalidades diversas tales doctrinas, lo demás son “cuentos de la abuela” y confusión ideológica. Esta doctrina es la que orienta parte de la conducta que reproducen sus electores (as) a la hora de entregar su voto a favor de una u otra candidatura. Y como dicen en algunas series televisivas, este tema continuará...

El autor es sociólogo y catedrático investigador de la UP

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