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- 28/10/2025 00:00
Podrá la mina de cobre impulsar nuestra economía y manufactura
Mientras se aprueba título constitucional para dar vida a la Autoridad Nacional Minera, propuesto en mi columna aquí la pasada semana, tenemos que arreglar lo de la mina Cobre Panamá, cerrada desde finales de 2023 por fundamentadas disputas judiciales y protestas ambientales. Tras solventar todas las objeciones, cumpliendo todas las exigencias presentadas en 2023, debe ser vista como una oportunidad clave para reactivar la economía del país, posicionándola como hub manufacturero en la región.
Este yacimiento, de los más grandes del mundo, representaba antes de su cierre cerca del 5 % del PIB nacional y el 7 % de los ingresos fiscales. Su reactivación, acompañada de un enfoque en el procesamiento local del mineral, podría transformarnos en actor clave en la transición energética global, generando miles de empleos y fomentando el desarrollo social y cultural. Esto se traduce en mejor calidad de vida para los panameños.
En un contexto de recuperación económica postpandemia y creciente demanda de cobre para la electrificación y energías renovables a nivel mundial, reabrir Cobre Panamá es una prioridad estratégica. Su cierre generó pérdidas estimadas en $1,700 millones en actividad económica. Reactivarla recuperaría más de 6,000 empleos directos e indirectos en su fase inicial, impulsando sectores como transporte, logística y servicios.
Sin embargo, el verdadero potencial radica en ir más allá de la extracción del mineral. Debemos exigir a las concesionarias que instalen aquí plantas de fundición y refinación. Esto nos permitiría capturar hasta el 80 % del valor del cobre procesado, frente al 20-30 % que representa el concentrado crudo. Este cambio podría añadir decenas de miles de millones en ingresos fiscales a largo plazo, financiando infraestructura y reduciendo la dependencia del Canal de Panamá. Según proyecciones, con la mina operativa, el PIB podría tener unos 5 puntos porcentuales adicionales en 2026, con un impacto aún mayor si se implementa la manufactura local.
La reactivación de la mina no solo promete crecimiento económico, sino también un impacto social transformador, especialmente en regiones rurales como Donoso y la Comarca Ngäbe-Buglé, afectadas por el cierre. La reapertura crearía empleos estables, priorizando la contratación de mano de obra local, incluidas mujeres y jóvenes en roles técnicos, promoviendo la equidad de género en un sector tradicionalmente masculino.
Además, los programas de sostenibilidad de la mina podrían expandirse, apoyando proyectos de salud, educación y acceso a agua potable. La manufactura local generaría empleos en la producción de cables y componentes electrónicos, fomentando la migración inversa de jóvenes hacia sus comunidades y reduciendo la pobreza rural en un 15-20 %, según modelos similares en Zambia. Este enfoque también transferiría conocimientos técnicos, fortaleciendo la fuerza laboral panameña y alineándose con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.
La minería ha generado lógicas y comprensibles tensiones debido a preocupaciones ambientales. Sin embargo, una reactivación responsable podría cambiar esta narrativa. Negociar cláusulas que financien iniciativas como el turismo ecológico y la preservación de tradiciones indígenas transformaría el cobre en un símbolo de orgullo nacional. Por ejemplo, los ingresos podrían apoyar la protección de sitios sagrados y la revitalización de lenguas indígenas, integrando conocimientos tradicionales en prácticas mineras sostenibles, como el manejo de recursos hídricos. Mitigaríamos impactos negativos celebrando la multiculturalidad panameña.
Convertir a Panamá en un centro de manufactura de cobre no es utópico. Países como Chile y Zambia han multiplicado sus beneficios económicos al procesar localmente sus minerales, generando hasta cuatro veces más ingresos que con la sola exportación de materias primas. Establecer plantas de procesamiento aquí, con incentivos fiscales para tecnologías verdes, crearía entre 10,000 y 15,000 empleos adicionales en fundición y refinación, atrayendo industrias como la electrónica y la construcción sostenible.
La posición logística privilegiada de Panamá lo convierte en un puente ideal entre América Latina y el mundo, exportando productos de alto valor. Este modelo no solo impulsaría la innovación tecnológica, sino que respondería a la demanda global de cobre “responsable” para baterías y redes eléctricas, posicionando al país como un líder en la economía verde.
La reactivación responsable de Cobre Panamá, junto con la exigencia de manufactura local, es una oportunidad para construir un Panamá más inclusivo y próspero. Los beneficios económicos, sociales y culturales superan los desafíos, siempre que se priorice la transparencia y el diálogo con las comunidades. Con negociaciones previstas para 2026, el momento de actuar es ahora. Este cobre no solo alimentará la transición energética global, sino que forjará un legado de desarrollo equitativo para las generaciones futuras.
¿Podemos ver a Panamá como el próximo gigante manufacturero del cobre? El potencial está al alcance.