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- 04/08/2023 11:56
¿Fue política o una experiencia de vida?
Siendo noviembre de 2021, era un domingo como cualquiera, mientras yo veía los acostumbrados programas de debates y política, cuando dije ¡basta! Después de años de críticas y quejas decidí pasar a la acción y tomé la decisión de involucrarme en política de manera directa.
Estando sonado el sector independiente y habiendo múltiples ofertas partidistas, yo, Alexander Castillo, un acérrimo crítico del mal manejo de nuestro país tomó una decisión extraña. Esta decisión fue aceptar la invitación a inscribirme en un partido político, y no cualquier partido político, sino uno con una dirigencia polémica. Dentro de mi circulo social esto fue percibido como una cuestionable e incomprensible decisión para algunos y como una excelente decisión para otros.
Hace varios años había puesto de manifiesto, en reiteradas ocasiones, mi interés de participar en política y el interés de poder ejercer un cargo de elección popular para aportar la cuota que como ciudadano debo darle a mi nación, pero nunca pensé que la oportunidad de entrar en el ruedo político llegaría en este periodo y de la mano de un partido político.
Fue en una oportunidad a los inicios del año 2022 cuando me dije “es momento de tan siquiera hacer el ejercicio político de correr en unas primarias”, repito, hacer el ejercicio. En mis adentros lo veía como un juego, como aquel niño que juega videojuegos porque lo entretiene. Pero lo que nunca imaginé es que un simple ejercicio, que para mí empezó como una afición, se convertiría en una de las más grandes experiencias que he tenido en mi vida.
Una experiencia que me reconcilió con mi yo interior, que me acercó a Dios, que acentuó los lazos que tenía con las personas a las que más quiero, que me mostró el significado de la palabra amistad, que generó pasiones y corazones flechados, que me hizo un ser humano más seguro y determinante. Pero para entender como llego a esta conclusión debo explicar un poco más a fondo:
Una vez decidí correr en el ruedo comencé a caminar, me refirieron y conocí a muchas personas. ¡Ah! por supuesto, todos querían ser amigos míos. Era la cara nueva del partido para la gente de las comunidades de San Miguelito.
Durante el caminar iniciado conocí personas que jamás pensé conocer y curiosamente las personas que menos pensé me ayudarían fueron quienes me apoyaron y muchas personas de las que imaginé más respaldo simplemente se llenaron de excusas, y aunque nunca le exigí o pedí apoyo a nadie, es ese gesto espontáneo el que aprendí a valorar.
Descubrí que dentro del círculo de conocidos que cultivé durante toda mi vida había mucha expectativa, tanto para bien, como para mal. Hubo personas que nunca me expresaron nada, pero que en silencio esperaban mi triunfo; así como también entendí que había otros en silencio esperando a que yo “fracasara”.
Comprendí, además, que poco o nada importa la opinión negativa, disfrazada de “constructiva”, de personas que solo causan ruido en nuestras vidas pero que nunca se han atrevido a formar parte activa de una transformación social. Gente del círculo de conocidos, círculo del cual rescato a muchos, pero del cual otros tantos pasaran a la historia.
Entre esas cosas que comprendí, le sumo el hecho de que absolutamente nadie es solventemente moral para cuestionar las decisiones de otros, que en todos los partidos políticos y en el sector independiente existe gente mala, gente neutra, pero también personas extremadamente buenas. Tanto así que me atrevo a asegurar que la gente más buena que he conocido a lo largo de mi vida la conocí en este caminar, donde me di cuenta de que existen hombres y mujeres con una capacidad de amar y desvivirse por su comunidad indistintamente de lo que haya para ellos.
En contrapunto, también conocí el rostro de la avaricia, de la traición y de la desidia. Así como también conocí el rostro de prácticas oscuras de políticos tradicionales en donde hasta presencié que secuestraran a un miembro de mi equipo solo para medir la lealtad que me tenía y para amedrentarme. Aunque, saben algo, no hubo para mi algo más dantesco que haber conocido personas que inicialmente se mostraron puras y preparadas académicamente, pero que fueron capaces de lacerar su propia dignidad humana con tal de “ganar”.
Descubrir que varias almas que parecían buenas y sinceras estaban empañadas por malas decisiones relacionadas a delitos comunes e incluso al crimen organizado, quizás porque en sus vidas había cosas que superaban su voluntad de ser mejores. ¿Demonios del pasado de los cuales no podían escapar, quizás? No lo sé y no los juzgo, la vida misma es un misterio.
Detrás de muchas de las almas que conocí en San Miguelito habitan los demonios del desempleo, del hambre, de las inseguridades, de las frustraciones por sueños rotos, rotos por las malas decisiones personales o como consecuencia de las malas políticas públicas que siempre han quedado en manos de las escorias que hemos tenido como gobernantes.
Tristemente, detrás de la mirada de cada niño (a) que conocí en los barrios más profundos de San Miguelito se veía la esperanza casi perdida por un entorno cargado de narcotráfico, pandillas, hambre, desempleo, insalubridad y nula educación.
Y así, pasados los días ese entusiasmo con el que inicié se veía opacado por un sentimiento que no puedo explicar. La única explicación con la que podía relacionarlo pasaba al plano de lo espiritual, sentía como el Demonio mismo merodeaba cerca de toda la gestión social y política que yo con mis limitados recursos había hecho. Es por ello, por lo que inexplicablemente sentí que debía acercarme más a Dios, y no existe explicación alguna de las veces que involuntariamente terminé dentro del Santísimo, en más de una iglesia. Simplemente le pedía a Dios fuerzas para poder resistir ese algo intangible que agobiaba mi mente, mi vida y mi campaña política, la campaña política más bonita que ustedes en su vida se podrán imaginar.
Quizás por ello, llegué a entender que quedé dentro de una guerra a la cual no pertenecía, una guerra entre demonios sedientos de poder y a los que SIEMPRE les quedará grande los puestos a los que aspiran.
Una vez llegado el día de las elecciones primarias del partido, fue cuando conocí la miseria humana en sus más bajos niveles, ver las esquinas de las escuelas de San Miguelito convertidas en casas de Apuestas, ver a personas que conocí transformadas en seres rapaces desfigurando la imagen de su propia existencia.
Ver a personas que decían apoyarme, venderse a varios otros candidatos solo por el dinero efímero de un día, sin importar los valores que representaban esos políticos. Bueno, esos mismos serán los que luego escucharemos lamentándose por los siguientes 5 años. Son solo tristes almas que viven el día a día.
Por toda esa situación aprendí que hay que ser implacables, que el clientelismo no se puede eliminar fácilmente pero que uno no debe ceder ante llantos de sirena. Es infalible, el ciudadano o activista quien más te pide apoyo, o “pa´ la soda”, usualmente es el que más te traiciona o de quien recibes un apoyo mediocre el día de las elecciones.
Aprendí también que el enemigo más grande que tenemos los seres humanos se llama Miedo, miedo que se podía percibir en la mirada y en las acciones de algunos colegas precandidatos y de muchos adherentes. El miedo manipula masas, se disfraza de conveniencia, sugestiona al votante e impide lograr los cambios profundos que requiere nuestro país.
Pero, por otro lado, rescatando lo bueno, que fue mucho más, también puedo decir que me la disfruté, a pesar de tantas cosas turbias me colocaba mis lentes de sol, mi mejor peinado, perfume y a caminar siempre con una sonrisa en la cara, momentos invaluables.
Sumado a las cosas buenas que viví, no podría excluir uno de los pilares más fuertes de nuestra sociedad como lo es la familia y, en mi caso, mi familia demostró que me respalda en todas mis decisiones, incluso esos tíos refunfuñones. Todos sin exclusión, y así haya sido a última hora, demostraron que el lazo que nos une es más fuerte que cualquier diferencia.
Doy las gracias a absolutamente todos y cada uno de esos 360 votantes que vieron en mí una esperanza y les aseguro que no los defraudaré. Y aprovecho para hacer especial reconocimiento al corregimiento de José Domingo Espinar, por ser el corregimiento que más creyó en mí, en donde resulté contundentemente victorioso y donde hice unas ¡tremendas amistades!
Hoy puedo decir que lo mejor que pudo pasarme fue no haber salido como candidato oficial, y será el tiempo el que les diga con hechos el porqué. Pero también me queda más claro que nunca que en ningún momento perdí una elección, ya que yo gané… Gané amigos, gané adversarios, gané experiencia, gané espuelas, gané seguridad, gané olfato político, gané coraje y sobre todo me gané el corazón de muchas personas que seguramente estarán dispuestas a emprender lo que viene…