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- 17/07/2014 02:00
PRD: ¿quién construyó la derrota?
Quiero compartir algunas reflexiones que hemos repetido con vehemencia ante la enfermedad terminal que está postrando al PRD en la última década, con un Comité Ejecutivo Nacional que se ha dedicado a dividir, desmovilizar, desarticular y descapitalizar a la organización para llevarlo a la derrota de mayo del 2009 y en el 2014.
En este ejercicio no voy a entrar en detalles, porque el tiempo de las pasiones dará paso a la reflexión en las próximas semanas. Porque ambas derrotas tienen nombre y apellido. La vieja guardia construyó el camino de la división, persecución y calumnias. Fueron un Caballo de Troya en 1999, 2009 y 2014. Si no renuncian a sus pretensiones de volver, destruirán en mil pedazos lo que queda de Partido, porque Torrijista, sus gobiernos jamás fueron Torrijistas. Creemos que el sistema democrático ha sido devaluado por los políticos corruptos y oportunistas que, cada cinco años, asaltan a los partidos con posibilidades de ganar y les compran la organización o corrompen a sus dirigentes para adueñarse del poder.
La pérdida de fe en los partidos políticos y de credibilidad en el liderazgo, la indignación ante la corrupción, la manipulación de los medios controlados por el poder, la persecución de las críticas o rebeldías de sus aliados, lo que ha hecho es alejar a la clase política gobernante de los ciudadanos. El deterioro de la democracia interna de los partidos políticos ha alcanzado niveles insoportables, fraudes electorales, candidaturas impuestas desde la cúpula, y liderazgos falsos al servicio de la clase económicamente dominantes.
Otra de las lacras de la partidocracia u oligocracia es el método del ‘miedo’, instrumento de dominio y mecanismo utilizado para doblegar y presionar por un apoyo incorrecto y no deseado. Martin Luther King decía: ‘Nadie se nos montará encima, si no doblamos la espalda’.
La democracia de partido vive momentos de rechazo por el desprestigio de los políticos y las mafias en el poder que esgrimen el miedo, la inseguridad, la persecución, un recurso de efectos infalibles que obliga a los ciudadanos y a la militancia a aceptar restricciones a sus derechos de elegir con libertad o ser elegidos sin temor a las represalias del poder corrupto.
Nadie quiere que gobiernen los piratas, para que sepulten la utopía. La utopía es posible, pero toma tiempo.
El partido de ‘chequera’, clientelista, electoralista y antidemocrático, debe ser juzgado en cada contienda para corregir los entuertos. Cuando se impone el criterio de que ‘no hay peor pecado que no seguir al abanderado’, las bases responden, finalmente, con una sentencia irónica ‘unidad, unidad... tú por aquí y yo por allá’. Seguimos poblados de amos y esclavos, por unos que ordenan y otros que obedecen con miedo.
Siempre he dicho que construir la victoria en los partidos políticos es una tarea permanente, no para que se ejecute cada cinco años, sino todos los días del año. En Panamá, los procesos democráticos internos (primarias), a partir de 1991, nos permitió corregir los entuertos, decantar la burocracia política de los verdaderos líderes, y, sin sectarismos ni divisiones, enfrentar las elecciones partidarias con varios candidatos para un mismo puesto, sin que nos rasgáramos las vestiduras. Las primarias nos permitieron levantarnos de las cenizas (PRD) y ganar contra todo pronóstico en mayo de 1994 sin alianzas. Las primarias son el mejor método para auditar la gestión de nuestros dirigentes, para realizar una autopsia implacable del poder ejercido, y una estimulante y cívica bofetada a la política degradada.
Cuando descubrimos la degradación de la democracia de partido, tenemos como antídoto de emergencia el aplicar una regeneración de la democracia, convocar a la autocrítica y la participación, antes de llegar a situaciones enfermizas e incurables que generan la división de nuestras organizaciones, como se ha dado en otros países de América latina.
Desde una posición profundamente crítica, creo firmemente que es imprescindible que haya una coherencia que nos permita construir partidos que sirvan de correa de transmisión entre las bases inscritas y el estilo de conducción. Un partido electoralista, antidemocrático y antipopular no es torrijismo. Es una cueva de pillos haciendo negocios y no haciendo partido. La contundente derrota nos obliga a discutir los aciertos y errores buscando la verdad.
*EMBAJADOR DE PANAMÁ EN ESPAÑA, 2004-2007; Y, EN PORTUGAL Y ANGOLA, 1994-1999.