• 12/04/2024 23:00

Protejamos la universidad privada

En medio de la distracción politiquera y las banalidades diarias que presentan los medios, ocurre lo impensable con el sistema educativo. Y no me refiero al que usted, lector educado, está pensando, al victimizado sistema público escolar usado como bandera electorera; sino al vanagloriado escalón de la educación superior. La formación de los profesionales dista de lo que usted espera y merece.

La lógica dicta que la universidad estatal no suple la demanda de empresa privada y sector público. Los números no cuadran. En toda sociedad democrática debe haber opciones para capacitarse y aspirar a una profesión. Es por eso que las universidades privadas representan un sector importante de la esfera educativa y, entre otras razones, porque ofrecen una atención más personalizada, mejores instalaciones y servicios, acceso a laboratorios especializados y flexibilidad de horario. La propuesta de las universidades privadas cubre además la necesidad del sector ocupado de la población que, en medio de sus responsabilidades laborales, aspira a formalizar sus competencias. Todo a favor de mejorar sus condiciones de vida y la de su familia.

Lo que realmente sucede en las instituciones privadas de educación superior dista en muchos casos de lo que ofrecen en su costosa publicidad, y el problema central es remediable: los docentes y administrativos. En algunas ocasiones, como no se abre concurso y en varios casos no se realizan evaluaciones, los docentes se nombran por amiguismos y permanecen a cargo de asignaturas clave para la formación en la carrera. A su vez, la parte administrativa se satura de responsabilidades y procesos para cumplir de forma responsable con la constante rendición de cuentas sobre la validez de sus mallas curriculares, ante la más vetusta de las instituciones universitarias que, no se nos olvide, detuvo sus operaciones en las protestas de noviembre pasado y se mantuvo secuestrada cuando un “alumno” le puso un candado en la entrada.

Ese mareo de responsabilidades da paso a que oportunistas se aprovechen de la libertad que se les concede para organizar sus cátedras. Y como en toda situación de exceso de poder no supervisado, se cae en abusos y descuidos. Si les preguntan a egresados de universidades privadas sobre su experiencia en las aulas, abundan los testimonios sobre ausentismo, clases virtuales injustificadas en planes de estudio presenciales, abusos verbales, descuido hacia la calidad de la enseñanza y la profundidad con la que se imparten los temas y, para mayor preocupación, educadores que insisten en que el estudiante se base en un material de apoyo visual tipo diapositivas para estudiar y evite acudir a la bibliografía.

¿Cuál es el origen de estos problemas? Creo que ningún empresario que respete y valore su inversión dejaría su empresa desatendida en manos de cualquiera, sea que demuestre interés por su trabajo o no, el que está invirtiendo su capital estaría supervisando y vigilando de forma constante lo cotidiano. Lamento informarle, señor empresario, que su capital está en las aulas. En muchas universidades, hace falta personal, las oficinas están vacías y los teléfonos ya no suenan. Todo se soluciona por tiquetes digitales, un administrativo haciendo el trabajo de tres y lo más importante: la clase profesional seria de este país no ve en la docencia un deber, una inversión ni una profesión. Se convencen a sí mismos de que no tienen tiempo o que no es rentable, pero luego les toca recibir la mano de obra incapaz de cubrir los requisitos de las plazas. Se llenan de discursos clamando una educación de calidad, pero no dedican una hora de su tiempo a la docencia, porque la única manera en la que este rubro sería de su interés se daría a través de una plaza en la institución estatal.

Las universidades privadas hacen un necesario aporte a la sociedad, contribuyendo a llenar la demanda de preparación que la sociedad exige. Pero la población sigue guardando cierto recelo y suspicacia, con justa razón, ante la calidad que sale de estos centros educativos. Tenemos que volcar la mirada hacia el trabajo que estos lugares realizan, en especial porque, debido a su falta de supervisión, muchas veces quedan secuestradas por personas que las usan de alcancía personal o falso mérito basado en las responsabilidades que la desidia o distracción administrativa ha puesto en ellos. Si la universidad estatal es la responsable de velar por la labor que el resto de las instituciones realiza, aquella es, en teoría también responsable de exigir que se cumpla lo que ofrecen en sus trípticos publicitarios. Pero los beneficiados finales somos la sociedad y los empleadores. Es a nosotros a quienes nos corresponde velar por la tarea educativa.

La autora es docente
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