• 20/03/2022 00:00

Publicación inmediata: ¿beneficio o riesgo?

“En este país, [...], se escandalizaron por los debates antagónicos entre médicos [...], pero, a medida que las evidencias científicas sólidas fueron poniendo a cada uno en su lugar, el respaldo de todas las sociedades académicas ha sido uniforme”

La ciencia ha sufrido un profundo impacto, tanto favorable como adverso, por la pandemia. Quizá, desde una perspectiva eminentemente científica, lo positivo ha sido muy superior a lo negativo, pero para la sociedad, más acostumbrada a creer que a pensar y mayoritariamente desconocedora de la esencia cambiante de la ciencia, repleta de certezas efímeras o perfectibles, dependiente de actualizaciones periódicas, desafíos a dogmas y comprobaciones iterativas de conceptos previos, la desinformación perjudicial prevaleció durante gran parte de la crisis, particularmente antes del advenimiento de vacunas salvadoras.

La pandemia del SARS-CoV-2 aceleró enormemente la forma en que se comparte la información científica a nivel mundial. Hace apenas unos años, si un investigador hacía un descubrimiento importante o demostraba la eficacia de un novedoso producto biológico, escribía los resultados del estudio y los sometía a una revista académica de prestigio, revisada por pares expertos. A partir del envío, el manuscrito tenía que pasar por una serie de revisiones por parte de científicos, editores, estadísticos, eticistas, etc., que escrudiñaban minuciosamente los datos para decidir aceptar, diferir o rechazar la publicación final. Debido a que las revistas más destacadas son extremadamente selectivas y aprueban menos del 10 % de los trabajos remitidos, lo frecuente era que el autor principal entregara su trabajo en varias casas editoras de manera secuencial hasta lograr el visto bueno definitivo. Este proceso usualmente requería de meses o incluso de años.

Después de que la COVID-19 emergió y se diseminó globalmente, los habituales retrasos en compartir las investigaciones en todo el planeta se convirtieron en un obstáculo para comprender la ciencia, aminorar la incertidumbre y ajustar la evidencia generada a mitigar los efectos sanitarios y sociales de la pandemia. Miles de personas fallecían cada día y el mundo necesitaba urgentemente respuestas sobre un virus contagioso y letal. Por tanto, los servidores de preimpresión que publican versiones preliminares de manuscritos biomédicos, antes de la revisión por pares, como  medRxiv, se convirtieron en la forma preferida de difundir los hallazgos rápidamente con otros investigadores, funcionarios de salud, medios de comunicación y público en general. Estos textos tampoco se editan, aunque el sitio web del servidor los analiza superficialmente en busca de un flagrante contenido espurio. La eliminación de esos pasos redujo el tiempo de publicación a tan solo unos 4 o 5 días.

Numerosas universidades e instituciones científicas se han sumado también a la estampida, produciendo informes de prensa sobre investigaciones por parte de sus miembros, a menudo antes de que esas innovaciones hayan sido examinadas adecuadamente. Este cambio ha creado dilemas para periodistas, académicos y otras personas que intentan comprender la calidad de la evidencia. Las consecuencias de dicha práctica han resultado caóticas. Según Retraction Watch, un sitio web que da seguimiento a las publicaciones científicas, se han retractado o retirado 214 artículos sobre la COVID-19 desde el comienzo de la pandemia. En muchos casos, las remociones fueron debido a una mala ejecución en la metodología del experimento, en el diseño aleatorio y ciego, en el apropiado balance entre los grupos comparativos, en la fiabilidad de los datos analizados o en las conclusiones emanadas por los autores. Aparte del grotesco timo sobre la seguridad y eficacia de la hidroxicloroquina, otro de los escritos más dañinos fue la preimpresión aparecida  en Research Square  que promocionaba las bondades de la ivermectina, un fármaco antiparasitario, para prevenir y tratar la infección por el SARS-CoV-2 (Medscape, marzo 15, 2022).

Tanto el estudio individual como un metaanálisis posterior fueron excluidos por datos fraudulentos, según el editor de la revista que publicó dicho artículo. Otro trabajo argentino, ampliamente citado sobre ivermectina, fue cuestionado después de que los reporteros de BuzzFeed News intentaron profundizar en algunas de sus afirmaciones. Desafortunadamente, el retiro se produjo después de que varios políticos y activistas negacionistas promocionaran el uso de ese medicamento como terapia de la infección. Algo similar ocurrió posteriormente con una investigación ilegítima conducida en México. Un ruidoso médico estadounidense, el Dr. Peter McCullough, cardiólogo y especialista en salud pública, fue sancionado por las facultades de varias universidades y hospitales de Texas después de que promoviera el uso de manejos no probados para la enfermedad y cuestionara la eficacia de las vacunas contra la COVID-19 a raíz de publicaciones falaces.

Pero el ritmo acelerado de publicación no ha sido del todo malo. Los logros significativos (nuevas vacunas creadas, probadas y distribuidas en menos de un año, anticuerpos monoclonales exitosos y fármacos antivirales potentes) florecieron en un tiempo récord para provecho de la humanidad. Igualmente, a los pocos días de la identificación de la variante ómicron, se compartieron preimpresiones sobre la capacidad de este linaje para escapar parcialmente de la inmunidad y transmitirse velozmente, dando a los países un período crítico para prepararse. Muchos expertos creen que es probable que la difusión de estudios no revisados por pares seguirá siendo importante para comunicar la ciencia en el futuro, aunque se tendrían que idear mecanismos regulatorios para evitar que se cuelen embustes relevantes.

En este país, varias voces civiles, alejadas de la ciencia, se escandalizaron por los debates antagónicos entre médicos ocurridos en el 2020 (algo que acontece regularmente en los centros docentes), pero, a medida que las evidencias científicas sólidas fueron poniendo a cada uno en su lugar, el respaldo de todas las sociedades académicas ha sido uniforme. Esto solo se alcanza cuando la vocación profesional está enfocada en conocimiento, humanismo y ética, no en protagonismo, charlatanería y negocio. Enhorabuena por la medicina panameña.

Médico e investigador.
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