• 31/03/2013 01:00

‘Quo vadis’

A hora que acabamos de rememorar la pasión de nuestro Señor Jesucristo, con todas las fases de tanta crueldad; con esa pública maldad bl...

A hora que acabamos de rememorar la pasión de nuestro Señor Jesucristo, con todas las fases de tanta crueldad; con esa pública maldad blandida y ese regodeo comunal por ver morir a un hombre (el Hijo de Dios), quien fue reducido al más bajo nivel en aquella sociedad, abstraído al escarnio público, vilipendiado al extremo de la cuerda de la impiedad y en la atizada parodia escenificada de su breve reinado en la Tierra, convertido en el hazmerreír público, declarado el Dios de los judíos, con la asestada corona de espinas para ‘glorificarlo’. Esto nos hace vivenciar que la maldad y corrupción rampante estaban antes de dicha crucifixión y ha seguido en cada generación de la Humanidad, sin distingo de estrato social, hasta sentirla en nuestros días. Cuánto engaño público, cuánta maldad tenemos que ver reverberar en los escándalos que se multiplican, porque no hay reducto para contener ese malsano deseo de hacer daño. Si esto lo vemos en el ámbito político vernacular, no podemos excluir la participación de varios gobiernos, que, con un deslucido comportamiento, dejaron muchos espacios sociales sin llenar y menos satisfacer.

En el aspecto general y universal, vivimos en un mundo de apariencias. Cuánta gente convierte su manera de coexistir bajo los diabólicos amaños de su vida y en perjuicio de la cosa pública. Nos preguntamos: ¿cómo puede una persona llevar a su casa las cosas adquiridas de malas maneras? Lo podemos determinar al observar a tanta gente detenida e investigada por cometer fraudes, crímenes que escandalizan a la sociedad. Actos que espeluznan al más templado. Otros, ajenos a la condescendencia campean en nuestro medio, orondos sin poder justificar la fortuna que poseen, mientras se pavonean por las calles sin ninguna vergüenza, en una vana apariencia, seguimos con los que delinquen y van a misa como si nada, se la pasan arrodillados en cultos dedicados a Dios y a su Hijo en la Tierra, con la apariencia de ser personas de bien. Hay que tener una desquiciada mente para ostentar injustificadas riquezas, de bienes adquiridos a la sombra de los delitos y no sentirse indigno, más bien, menosprecian la honradez y el esfuerzo de trabajo, mientras en otra parte, aquellos avalados por el entusiasmo del gobierno, proyectan y construyen portentosas obras para servirle a los más necesitados tal y como aparece en la doctrina del cristianismo. Esta es la otra cara de la moneda.

La Humanidad está organizada para elaborar el progreso en conjunto; a saber diferenciar los bienes propios de aquellos que están al servicio de todos, pero dentro de esta estructura, hay quienes se aprovechan de las posiciones para enriquecerse y por ello, hay que combatirlos sin pensar. Hay que estremecer los cimientos del orden para que la gente mala se abstenga de seguir en el latrocinio, en esa cadena de abusos en donde es abundante la depredación, de ese despojo cuando se sobrevaloran los bienes que se compran para el servicio público, por ejemplo, y que en este agitado mundo se cuelan por encima de los controles legales o morales que existan y se enriquecen a costa del resto. No les importa que los denuncien, menos que sean emplazados por los que tratan de contener semejantes fraudes. Pero siempre queda la posibilidad de que los alcance el poder de la Ley.

Si por ejemplo, en un determinado lugar hay que realizar obras de infraestructuras, (no se ven) para luego construir sobre ello para beneficios comunales, bajo costos millonarios, vamos a encontrar cómo los sempiternos opositores pasan a criticar lo que se haga, pero es que por una parte esas minorías necesitan dichas mejoras y por ello las aplauden sin comentarlas a falta de voz. Lo cierto es que siempre existirán las dos corrientes. Claro que hay todo un mundo en las finanzas, en los proyectos, en las inversiones públicas, que todos debemos sentirnos conformes para no decir complacidos. Obras con atrasos de cuarenta o cincuenta años, que de modo apresurado se tienen que realizar, entonces los costos aumentan en la medida en que se dificulte la realización de la obra, pero es que tenemos que tomar en cuenta que en el mundo entero hay una serie de maniobras comerciales que jamás se ajustaran a las necesidades, como el petróleo y sus derivados, insumos de los que no podemos prescindir y con esto, se abre un escenario de la lucha constante para aclimatar las miserias del medio, con relación a la tanda de facturaciones extranjeras.

Si conversamos sobre nuestra Panamá, aquí tenemos que reconocer, sin la recua de banderías políticas, sobre el magnífico proyecto habitacional de Curundú para personas de escasos recursos, que hoy es una asombrosa realidad. Nos tenemos que acordar de la caterva de casas destartaladas, construidas sobre pilotes y el río de agua sucia y basura debajo. Si mal no recordamos, hubo casos de niños y mayores ahogados en las reatas de esas inundaciones. Les debemos confesar que la complacencia llega al máximo cuando se tiene el privilegio de visitar al hermoso sitio, surcado por calles anchas y edificios construidos con una delicadeza única, tachonada en su agreste estructura en donde prevalece el color verde. Al tratar de localizar el llamado Sector Del Águila, que en el pasado se consideraba un lugar por el que no se podía transitar después de las seis de cada tarde. El asombro puede llega al límite, al observar que las casas no tienen verjas, que en algunos lugares de los edificios hay anchas y largas puertas de vidrio. Al estar parado en el lugar en completo silencio de seguro que respiraran tranquilidad. La Policía, que guarda el orden en el lugar, les puede confirmar que la violencia ha bajado considerablemente, aunque hay varias unidades en los contornos de manera permanente. Cuando llega la luz se va la oscuridad.

ABOGADO Y PROFESOR UNIVERSITARIO.

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