• 05/03/2011 01:00

Nuestras raíces históricas

A mediados del siglo anterior una ilustre representación de intelectuales panameños, se dio a la tarea de explicar la historia de nuestr...

A mediados del siglo anterior una ilustre representación de intelectuales panameños, se dio a la tarea de explicar la historia de nuestro país.

Para ello se tomaron en cuenta circunstancias socio—políticas, culturales y económicas, de las cuales voy a interpretar las más importantes, aclaro, según mi interpretación, porque puede haber aún otras mejores.

Hoy sabemos que cada pueblo tiene una cultura que le facilita la supervivencia en un medio geográfico específico, más aún en un clima ultra tropical como el nuestro. Nuestro indígenas poseían cultura propia y les fue arrebatada. Los historiadores los juzgaban como destinados a ser conquistados. Nada más falso, hubo un genocidio.

Panamá emporio comercial del mundo: como Menciona Celso Furtado cuando se refiere al motor del interés del conquistador europeo, este era trasladar excedentes económicos a Europa, de ahí, no le interesaba absolutamente nada que no produjera ganancia inmediata.

Las Ferias de Portobelo eran la regla de esa situación, Panamá no era ningún emporio, era una colonia más. Las Ferias fueron solo exportación de excedentes económicos a Europa, no hubo beneficios para indígenas, negros o mestizos nacidos o traídos a esta tierras, no eran los conquistadores, eso debe quedar bien claro, puesto que no había panameños ni peruanos, ni argentinos, porque todos en la América española éramos colonia, ergo: las ferias solo beneficiaron a europeos.

‘Pro Mundi Beneficio’, casualmente ese el lema de nuestro escudo nacional. Ven que tan enraizada está la mentalidad del transitismo.

Otra: hay que recordar que no éramos un país industrial ni técnico, ni letrado, éramos nosotros mismos y nada más.

Otro problema: las estructuras de la gran propiedad agrícola en Panamá no eran iguales al resto de América Latina, no había encomiendas y no había una población tan extensa. Las unidades de propiedad agrícola estaban diseminadas lejos una de otra en este pequeño territorio, por lo cual nunca fueron obedientes al poder central ni de España, ni de Colombia.

Ese interior fragmentado, regido por pequeños señores de la tierra en latifundios y minifundios, sobrevivió hasta 1920 y 1930, cuando en la época republicana se proyectan planes para privatizar la tierra y funcionarios del gobierno se adueñan de las tierras comunales que desde la colonia venían funcionando de esta manera patriarcal y algunas tierras son introducidas a un monocultivo, el caso de los ingenios y la caña de azúcar.

Otra consideración: cuando se inicia la construcción del Canal no había mano de obra calificada en Panamá, por ello se trajo de países mediterráneos a los trabajadores, vinieron españoles, italianos y hasta griegos; de América, aquellas colonias inglesas que tenían bastante recurso humano se sumaron a esta obra. Pero en Panamá el istmeño del campo no trabajó en el Canal.

En lo político: las estructuras del poder en Panamá, antes y desde que inicio la República obedecían al mismo patrón que a las fuerzas políticas del campo, eran caudillistas, regionalistas, territoriales y antinacionales por sus antagonismos con los intereses de una nación en formación y los zarpazos yanquis.

Por último en el resto de América Latina la gran propiedad agrícola era una realidad en donde había ‘grandes señores de la tierra’ e inmensos latifundios y una clase urbana rentista y comercial muy grande, ligada a la minería y a la exportación de materia prima.

En Panamá solo había cultivos de subsistencia, porque el transitismo, herencia maldita colonial, solo había planeado esto para el Istmo, por ello no había ningún producto que exportar.

Así para los historiadores del siglo pasado les era inconcebible pensar en un Panamá sin España, sin Colombia sin Estados Unidos; esto era porque ellos mismos interpretaron nuestra historia de manera regional, y no de manera universal. Quien no se acepta como es, se engaña para toda una vida, y debemos aceptarnos como somos sin ningún prejuicio, sino con honestidad.

*DOCENTE.

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