• 01/11/2020 00:00

Razones de peso para mandar a Trump al ostracismo

Mientras que en Panamá el próximo 3 de noviembre estaremos celebrando tranquilamente nuestra separación de Colombia, al mismo tiempo en los EE.

Mientras que en Panamá el próximo 3 de noviembre estaremos celebrando tranquilamente nuestra separación de Colombia, al mismo tiempo en los EE. UU., finalizado el proceso de elección para escoger al presidente de ese inmenso país, se estará decidiendo de una forma determinante y acaso drástica el futuro de esa nación e, irremediablemente, del mundo.

La opción entre permitir que Donald Trump con tantísimos defectos personales a la vista y sobre todo como estadista de la nación más poderosa del mundo repita en el cargo o bien dar paso a Joe Biden como nuevo mandatario, debería ser muy clara y contundente, por una serie de razones obvias, desde el punto de vista de cualquier persona bien enterada, sensata, realmente demócrata y amante de la paz, allá o acá. Basta voltear al revés el conocido refrán y entender que, en este caso particular, sin duda es mejor bueno por conocer que pésimo archiconocido.

Sin entrar a fondo en detalles con respecto al inaceptable comportamiento personal, social y gubernamental de ese ser ególatra y despótico que es Trump, quien cree tener un gran sentido del humor y los favores de cuanta mujer se le antoje, además de los mencionados defectos, resulta que en los Estados Unidos se han ido confirmando una serie de revelaciones que no debería ser posible tolerar por más tiempo.

Acosador perenne de mujeres cuyo silencio más adelante intenta comprar; no pagar sus impuestos desde hace años, como se ha demostrado; burlarse burdamente de personas que lo critican o que tienen algún impedimento que a él le parece inadecuado; por falta de acción sanitaria inmediata permitir que esa gran nación haya llegado recientemente a tener un récord mundial de contagios diarios por COVID-19, y de paso burlarse de la ciencia; permitir que en su derredor en la Casa Blanca y en sus mítines políticos la gente no respete el uso de mascarillas ni el distanciamiento social; ser un racista comprobado que además promueve de una forma u otra esta fobia por más que lo niegue; permitir y alabar la criminalidad policiaca en contra de los negros una y otra vez; no desaprobar las amenazas de los supremacistas blancos, herederos de la  tristemente célebre cofradía antinegra del Ku Kux Klan.

Otros problemas de su autoría son: el impedir que se restrinja por ley el uso de armas sofisticadas y de guerra en la calles por parte de casi cualquier persona; insultar y perseguir sin piedad a quienes entran ilegalmente a su país, como si fueran criminales y no gente que huye de la miseria o la opresión en sus países de origen; el haber separado cruelmente de sus padres inmigrantes a 545 niños, gran parte de ellos mexicanos; el tomar medidas para que su país no pertenezca más a los organismos internacionales que luchan a diario contra la depredación del medio ambiente que día a día está deteriorando al planeta; el promulgar formas de que los más ricos empresarios paguen menos impuestos y, como ya se dijo, no pagar él mismo los suyos.

Súmese a todo lo anterior el tener una cuestionable relación con dictadores archiconocidos como el de Corea del Norte y el maquiavélico Vladimir Putín, exagente de la KGB soviética, además de en su momento coquetear con China comunista aprovechando en su provecho la contradictoria veta capitalista innegable del gigante asiático; querer eliminar las medidas sociales del sistema de pólizas médicas implantado en su momento por el gobierno de Barak Obama; atacar constantemente a los medios liberales (CNN, The New York Times, The Washington Post, por ejemplo, tildando de Fake News todas las verdades que develan sobre él, así como atacando toscamente a ciertos periodistas que lo han entrevistado (el muy conocido mexicano, residente desde hace muchos años en EE. UU., Jorge Ramos, entre otros), o que han escrito libros sobre su personalidad disonante y conductas inaceptables en un mandatario de un país democrático.

La más reciente amenaza de Trump es la de no aceptar el resultado de la votación en caso de perder, porque según él eso no puede pasar a menos que se haya cometido trampa, para lo cual sugiere que tanto los grupos de supremacía blanca que lo defienden como el ejército, deben estar preparados para impedir por la fuerza el cambio. Es decir, dar pie a una posible guerra civil, en caso de que los adeptos a Joe Biden y al partido demócrata decidan defender su triunfo contra la arbitrariedad y el atropello.

Ojalá que las mujeres, los negros, los latinos y los jóvenes tengan la sensatez y la decisión suficientes, en todo el país, para con el caudal de sus votos emitidos a tiempo y de forma correcta, mandar al ostracismo cabal al actual presidente norteamericano.

Cuentista, poeta, ensayista y promotor cultural.
Lo Nuevo