• 21/12/2022 00:00

Re-Acreditación Universitaria: el búmeran, ¿qué y para qué?

Las universidades panameñas nos encontramos en un ejercicio de re-acreditación institucional, donde con diversas estructuras, mecanismos, procesos, políticas y estándares estamos procurando alcanzar la meta de calidad

Como es bien sabido, el búmeran o bumerán (del inglés boomerang, por su origen australiano) es un arma arrojadiza, que tiene el efecto de volver a quien la lanza; su función típica era matar o aturdir animales. En sentido figurado, hablamos del efecto bumerán, para se refiere al sentido moral de las acciones del ser humano, es decir, las acciones, pensamientos, sentimientos, realice, positivas o negativas, regresan a la vida del individuo, o de los grupos e instituciones, y en no pocas ocasiones, regresa con carga multiplicada (positiva o negativa). El arte del búmeran, en sentido positivo, es un ejercicio de pericia, donde se debe de tomar en posición vertical, con la parte plana hacia afuera, cerca del rostro del tirador y a poca altura por encima de la cabeza. Luego, de estar seguro de su posición, debe de tomar impulso hacia adelante con gran vigor, tomando en cuenta, la dirección del viento y la rotación necesaria para que el bumerán se devuelva, excepto si se adhiere en el objeto.

Pues bien, las universidades panameñas nos encontramos en un ejercicio de re-acreditación institucional, donde con diversas estructuras, mecanismos, procesos, políticas y estándares estamos procurando alcanzar la meta de calidad de forma de ser reconocidos públicamente como entes de una cierta calidad. La evaluación misma, en especial la autoevaluación y la evaluación por pares externos, son los dos mecanismos mediante nosotros mismos y otros de nuestra misma o superior condición, justiprecian la calidad académica (o lo que se dice sea la calidad definida operacionalmente a través de una matriz compuesta de indicadores agrupados en 4 factores básicos). El otro mecanismo básico es la propuesta de un Plan de Mejora Institucional, que se presenta como el instrumento guía a través del cual nos comprometemos a corregir defectos o fallas, potenciar fortalezas y aprovechar oportunidades. Tales documentos son ejercicios de una planificación más o menos a mediano plazo (5 o 6 años) que comportan un compromiso de hacer lo que allí se indica a través de transformaciones en políticas, procesos, modelos, infraestructura, recursos humanos y conocimientos, que deben hacernos avanzar hacia estadios de mayor calidad. Obviamente, esto es la teoría y la retórica.

Hace casi 12 años en Panamá hicimos un ejercicio semejante, con resultados más o menos positivos (como quien dice: separamos el grano de la paja), con resultados hartos diferenciados, poco transparentes y muy azarosos por dos razones básicas: los planes de mejora, para cumplirlos, insumen recursos, millonarios la mayoría de las veces, y esos recursos han sido ferozmente escasos y escamoteados por el Erario, cuando no convertidos en arma de coacción y cooptación política en el manejo solapado e interesado de las universidades públicas (que son algo así como el 80% de la matrícula, del profesorado, y 90% de la investigación y extensión que se realiza en nuestro país a este nivel).

Por otro lado, el mismo lapso que medió entre la acreditación inicial de inicios de la década pasada y el presente para revalidar o no las acreditaciones otorgadas, hizo en 12 años, lo que supuestamente se debió hacer en 6 años, por muchas razones, entre ellas la desidia gubernamental, la falta de persistencia de las universidades mismas, y finalmente la pandemia

El segundo elemento de distorsión recayó en el hecho que la calidad misma se centró en procesos de mejoramiento continuo, antes que en la calidad de los aprendizajes de quienes concurren a estas instituciones. Elemento este que sigue siendo un tanto marginal o desdibujado de los procesos incoados y no su verdadero epicentro.

La lógica del capitalismo académico, que rige las acreditaciones centradas en el número, la ratio, la eficiencia y la racionalidad instrumental, hace perder el norte sobre aspectos más vitales en contextos como el panameño, donde: 1) la mayoría no alcanza la universidad por razones estructurales tanto educativas como socioeconómicas. 2) La calidad de los aprendizajes está lastrada por factores como competencia de los docentes en sus áreas de conocimiento, falta de recursos tecnológicos adecuados de las instituciones y de la población, y sobre todo por la asimetría profunda entre el nivel sociocultural de los hogares de donde vienen los alumnos y su capital intelectual previo acumulado por los hogares, y las propias condiciones donde se realizan procesos de aprendizajes (ayer las aulas universitarias, hoy los recursos de acceso a las redes y la propia internet en amplias zonas urbano marginales y rurales del país). Todo lo cual ha sido evidenciado y agravado con creces por la pandemia del coronavirus. ¿Qué hacer frente a tamaño reto? Se impone crear el futuro, y eso implica no hacer más de lo mismo, sino hacer muchas cosas de muy diferente manera. Como quien lanza el búmeran, hay que prepararse a fin de alcanzar el éxito esperado, no sea que se nos devuelva y golpee en la propia testa.

Economista, docente y gestor universitario
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