• 23/04/2025 23:00

Recuperando la fruta perdida

Tiempo atrás, era común ver los automóviles que recorrían nuestras carreteras hacia el interior del país, se detenían a las orillas de los caminos y algunas personas descendían del vehículo a “robarse” y cosechar una fruta, aparte de las “bicherías nocturnas” que crecía de manera silvestre —eso creíamos— en los árboles que servían de cerca o alambrada a los potreros donde pastaban los animales en nuestros campos. Igualmente, en los patios de la mayoría de casas o alrededor de ellas, en frondosos arbustos, colgaban de las ramas carnosos frutos de coloración roja, amarilla o turquesa con el pedúnculo y una especie de nuez. Eran jugosos, sabor astringente, pulpa y tejido entremezclado de líquido y sólido, consistencia y textura de manera compacta.

Además, dicha fruta se empleaba para los días religiosos de la Semana Mayor y de observancia cristiana, en la preparación de dulces, jaleas, mermeladas, vinagre, vino, jugos, la famosa cocada con pepitas y era común “asar pepitas” en tres piedras, con leña sobre planchas de lata o material agujereado, en donde, al calor del fuego, emergía una resina hirviendo, abriendo el interior de la pepita y se realizaba en casi todos los portales y terrenos de nuestras casas. Surgían contenidos aceitosos y cubiertas quemadas del rico y apetecido material comestible.

Nos referimos al marañón (Anacardium occidentale) llamado nuez de la India, cayu, casho, castaña de caju, caguil, pepa, chura, cajuil. Consiste en un fruto y seudofruto. Según la Botánica, el segundo es un pedúnculo o falso fruto que es jugoso o astringente, el primero se conoce como semilla, capchu, nuez o almendra. O sea, la nuez es el futo verdadero y un pseudofruto que rodea la nuez o manzana jugosa que rodea la nuez.

Durante cierto periodo desapareció de los campos nacionales, salvo una que otra área geográfica del país, luego, investigadores comenzaron a estudiar y analizar la situación del marañón y se percataron que un “cocktail” de hongos o conjunto de enfermedades fungosas estaban ocasionando el daño.

Entre estas estaba la Antracnosis causada por el hongo Colletotrichum gloesporioides, afectando hojas, ramas, flores y fruto. También se detectó Pestalotia heterocornis, Lasidiodiplodia theobromae y el Coniothyrium fukelli.

Años no muy lejanos, cuando los torrenciales aguaceros cayeron como vendavales, aparecieron varios microorganismos, entre estos quizás los arriba mencionados, y otros, aprovechando la excesiva humedad para su proliferación, propagación y desarrollo, afectando a las poblaciones de los árboles de marañón, más tarde las corrientes de aires se encargaron de dispersar dichos hongos y posiblemente la combinación de varios, en todo el territorio nacional.

Algunos autores y divulgaciones periodísticas indican que “manchas foliares, defoliación, muerte del ramo floral, pérdida del fruto, van ocasionando una muerte descendente o paulatina, que causa el colapso final de la planta”.

Investigadores locales como Melvin Jaén, Rito Herrera, José Causadías, del Instituto de Innovación Agropecuaria (IDIAP), han efectuado estudios sobre la fruta, al igual que Edy Barraza de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad de Panamá, que realizaron recientemente un seminario sobre el tema que se tituló: “Complejo de enfermedades y estrategias de manejo en el cultivo de marañón” y que contó con la participación de la doctora en Fitopatología por la Universidad Rural de Pernambuco de Brasil, Kamila Correira, en donde se aportaron valiosas contribuciones.

Las investigaciones continúan y arrojan que no es conveniente el control de la enfermedad con productos químicos, y en el IDIAP una de las propuestas es el uso de biocontroladores (hongos benéficos), emplear material genético o variedades resistentes, quizás de Brasil, así mismo debe existir el manejo agronómico del cultivo en forma eficiente, control integrado de plagas, seleccionando una buena semilla y escoger un terreno apropiado para su siembra, buena fertilización, densidad de siembra, poda oportuna de árboles enfermos.

En una época, anteriormente, se proponía establecer selección de genotipos criollos que tuvieran particularidades con potencialidades sobresalientes, introducción de algunos cultivos comerciales con una alta calidad genética, definir bloques de plantas madre fuertes y vigorosas, así como la creación de viveros certificados y la producción de plantones con garantía asegurada.

Como todo método de investigación tiene un lapso de tiempo y duración riguroso, aparte de que son seres vivos para obtener conclusiones científicas con carácter de validez comprobada, aparecen nuevas luces sobre estos temas y ya comienzan a surgir en forma paulatina, para esta época, a lo largo y ancho de nuestra nación, árboles de marañón de manera aislada y esporádica. Vamos observando troncos y ramas con hojas de superficie ásperas y gruesas de donde cuelga la valiosa y rica fruta. No ha desaparecido ni se ha perdido, se están realizando ingentes esfuerzos para su recuperación.

Es oportuno indicar que la mayoría de las personas tenemos el criterio de que el marañón es silvestre, pero el investigador Melvin Jaén, en una entrevista realizada el 02/03/2022 en el diario Panamá América, aclara y asevera con justa razón: “Hay que cambiar nuestra forma de ver el marañón, el marañón no es silvestre, es un cultivo con necesidades [manejo agronómico agrego yo]. Hay que darle cariño”.

Concordamos totalmente con la última afirmación. Larga vida a esta fruta que está en proceso de franca recuperación y que otras frutas tropicales tengan la misma atención que requieren para su sobrevivencia y satisfacción de todos los que habitamos este istmo.

*El autor es ingeniero agronómo
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