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- 24/06/2023 00:00
Relaciones de pareja en Panamá, años 20: hoy y el pasado
Nos invade la curiosidad de indagar cómo era una familia normal, lo que constituían los roles que cada individuo debía jugar dentro de ella en nuestro Panamá de hace unos 100 años, que nos permita comparar lo que ha permanecido estable en ella y por supuesto, lo que ha cambiado, comparándola con los inicios de la tercera década del siglo XXI.
Panamá apela a su memoria colectiva y las noticias de ayer se convierten hoy en día en ese tesoro de recuerdos relacionados con la familia, que exploramos ahora y nos damos cuenta de que en general el papel del padre no ha cambiado en los últimos 100 años. De él todavía se espera que sea el proveedor en el sentido económico, ese es el peso que lleva. Esto es así, a pesar de la masiva incorporación de la mujer panameña, desde hace unos 70 años, a la fuerza económica laboral. Si una mujer hoy en día pierde su trabajo, se espera que su marido la mantenga a ella y a los hijos, la presión social para que ella vuelva a trabajar es mínima, si es que existe. En cambio, si es el hombre el que pierde el trabajo, el estrés y la fuerte presión social que se ejerce sobre él hace de su vida una muy difícil. En cambio, lo que se espera de una mujer en Panamá, sí ha cambiado mucho desde el siglo XX. ¿Qué si el cambio ha sido positivo? Esto es discutible.
El precepto bíblico dice que la mujer quedó condenada a parir a sus hijos con dolor y a tener al hombre como cabeza de la familia; en cambio la maldición de ganar el pan con el sudor de su frente quedó explícitamente reservada para el hombre, he aquí cómo él quedó marcado por mandato divino para ser el proveedor. El papel pasivo de la mujer como receptora de los beneficios de lo que el hombre pudiera cosechar, quedó establecido de esta manera. Sin embargo, hoy se espera que, además de sus tradicionales labores femeninas, ellas trabajen muchas horas en la calle, como desde milenios, lo ha hecho el hombre.
Después de meditar sobre estos profundos temas, nos desplazamos a los años 20 panameños para percatarnos de la existencia de una enorme variedad de establecimientos de lujo para señoras, donde estás podían adquirir trajes elegantes, costurerías o modisterías que “revientan por todas partes, como una lluvia implacable que amenaza ser más recia que el diluvio universal; y de ribete, academias de sombreros, ¡alumnas graduadas en quince días y tal!” ¿Qué tiene esto de extraño?, pues, que “Betsy”, el seudónimo de la mujer que describía esta situación en el semanario La Avispa, también nos alerta del mal momento económico que vivía Panamá para ese entonces: “a mi marido se le ha metido en la cabeza que los tiempos están malos, y cada rato me sale con que me fije en la avenida Central, en donde varios establecimientos comerciales, como mueblerías, almacenes de calzado de hombres, ferreterías, etc. cierran y tiemblan por la mala situación”. Lo cual no es extraño, tomando en consideración que ya había terminado el ágil y próspero periodo de la construcción del canal y los efectos negativos de la Primera Guerra Mundial, finalizada en 1918, seguían azotando a Panamá.
Es entonces cuando, ante estos hechos, por un lado, el exceso de lujo que cegaba a muchas mujeres de la ciudad de Panamá .sin importar su estatus social y el cierre de negocios en la avenida Central, por otro lado, Betsy se siente desconcertada, por semejante contradicción; sin embargo, esto se da por la debilidad de carácter de muchos maridos que no sabían decir no a los deseos frívolos de “estar a la moda” en un ambiente de pobreza. Aquellas mujeres no podían comprar ellas mismas esos trajes y artículos de lujo que eran su obsesión, aun endeudándose, por la sencilla razón de que carecían de un trabajo y tampoco lo buscaban, porque no era la costumbre en aquellos años. Tenían que convencer a sus padres y sobre todo a sus maridos, con sus encantos femeninos, para que adquiriesen para ellas los tan deseados objetos.
Muchas de ellas sutilmente ejercían tras bambalinas una influencia tan grande sobre el ánimo de sus maridos que estos accedían a darles el dinero para estos gastos innecesarios, en un ambiente de pobreza para verlas contentas. Lo cual no escapaba al ojo crítico de Betsy, quien tácitamente apoyaba a su marido, cuando este criticaba la falta de autoridad de los jefes de familia para con sus mujeres e hijas y no hacerles entender que no podían tener esa clase de gastos.
Hoy en día, esta situación ha cambiado radicalmente, muchas mujeres trabajan y pueden comprarse lo que desean sin pedir permiso; sin embargo, han surgido otros problemas en nuestra sociedad. Porque en esta vida terrenal casi nada puede ser perfecto.