• 05/09/2020 00:00

Repensando la movilidad en tiempos de COVID-19

En mi artículo anterior “Ya nadie le hace caso al tranque” hablaba de los años 50, cuando desde la planificación de transporte, le dimos más importancia al auto que a la movilidad peatonal.

En mi artículo anterior “Ya nadie le hace caso al tranque” hablaba de los años 50, cuando desde la planificación de transporte, le dimos más importancia al auto que a la movilidad peatonal. El auto estaba de moda y significaba estatus y tanto ingenieros como arquitectos diseñamos para él, de igual forma, los promotores se hicieron dueños del mercado y desde la gobernanza, la política pública la dejó adueñarse del desarrollo inmobiliario.

Entonces llegó el TRANQUE inevitable por la conformación geométrica de la ciudad, porque tenemos menos kilómetros lineales de calles por kilómetro cuadrado urbanizado (PIMUS 2016), que otras ciudades como Curitiba, Sao Pablo o México y porque las distancias se hicieron cada vez más lejanas, a medida que la casa y el trabajo se desunían y la educación de la escuela del barrio no era buena y había que buscarla a mayor trecho.

Cuando me preguntan: ¿cómo podemos eliminar los autos de las calles? si los que tienen autos son menos, y los que no tenemos, somos muchos más, lo cual significa que los que queremos una vida sin auto, tenemos derecho a vernos sin ellos, digo: estimulando a dejar el auto, dando mejores opciones.

Un hoy con COVID-19, requirió que el transporte público se restructurara al distanciamiento físico, disminuyendo su capacidad. Esto requiere mayor cantidad de buses y vagones de metro para satisfacer la misma demanda, para no darle más estrés al ciudadano al aumentar los tiempos de viaje además de la economía en negativo.

Además de lo anterior, del 2016 al 2019 ha habido un aumento de 69 500 autos (ATTT, DNOT), la plaza vehicular aumentó y ocupa más espacio y más espacio verde, además del ruido y emisión de gases. Pero en 2014, se inauguró la Linea1 del Metro ¿por qué aumentó el “Tranque”? Les cuento: como su construcción demoraba 4-5 años, se podía planear (en ese lapso) y tener listo para la inauguración, (1) nuevas rutas de transporte público -no podían ser iguales de cuando no había metro-. Tanto nuevas troncales de buses, (2) como buses más pequeños (alimentadores), los cuales traerían a los usuarios de los barrios hacia el Metro, (3) también estarían listas las aceras renovadas con anchos de 2m y buena calidad. Mas (4) conectar barriadas -hoy inconexas- a lo largo de la transístmica que solo tienen una entrada y una salida a la vía, quitándole exceso de tráfico a esta, ampliando la red vial en el área cercana a la red de Metro (Braess 1968), disminuyendo el TRANQUE, (5) estacionamientos en estaciones de Metro, donde dejar tu auto, y cambiar dos y tres horas de TRANQUE por una travesía cómoda, rápida y mucho más económica, (6) hubiésemos podido crear igualmente un nuevo modo de transporte que es la bicicleta; digo nuevo porque en Panamá la usamos para pasear o hacer ejercicio, pero no particularmente para que sea parte de los modos de transporte.

O sea, hubiésemos tenido en 2014, 16km de Metro -desde Albrook a San Isidro- con toda su área de influencia mejorada con interconectividad e intermodalidad. Un Sistema Integrado de Transporte funcionando al 100 % en todo el sector.

Repensando la ciudad hoy, hagamos lo que no se hizo en 2009/2014, más, unos kilómetros de ciclovías que con COVID-19 son -por salud- indispensables, ofrecen distanciamiento físico, baratas, divertidas y sostenibles.

El transporte urbano es un sector fundamental para el buen funcionamiento de la economía. Redistribuir homogéneamente al beneficiario de la ciudad, garantizándole transporte y espacio público al ciudadano, es menester. Facilitar el acceso a los lugares de su vida cotidiana es la mejor forma de democratizar la movilidad y activar la economía con salud.

Por lo anterior, recomiendo que la Movilidad Urbana sea un tema de Estado:

Eliminar la política del transporte. Renovar la Ley 34 de julio de 1999.

Realizar, ahora, lo que no se hizo en las líneas 1 y 2 es más real que hacer megaobras, cuyo objetivo es más preferir a pocos, en vez de a los muchos.

Incluir BRTs o líneas dedicadas de buses desde Arraiján y La Chorrera al centro. Se requieren más unidades, para sostener la distancia física de 2m.

Promover la conectividad del sistema con los otros modos de transporte, con estacionamientos incluyendo bicicletas, en paradas de bus y Metro -utilizar la información en redes para verificar demanda-.

Incluir el arriendo o préstamo de bicicletas en puntos estratégicos (estaciones de metro y bus, centros comerciales, etc.).

Continuar promoviendo con la empresa privada el teletrabajo.

Incentivar el transporte colaborativo.

Adecuación de aceras en todos los municipios y pasos peatonales a nivel, semaforizados.

Eliminar el exceso de taxis (PIMUS 2016), hasta el equilibrio entre oferta y demanda. Relocalizar los conductores hacia otros sectores.

Redistribuir y eliminar la duplicidad de rutas de buses para lograr eficiencia del sistema, y mejorar tiempos de viaje.

El TRANQUE sí puede ser eliminado repensando la movilidad con COVID. Entre más nos demoremos en dar los pasos correctos, más difícil erradicarlo. Facilitarle al ciudadano el acceso a los lugares de su vida cotidiana es la forma de democratizar la movilidad y activar la economía con salud.

Arquitecta e investigadora de movilidad urbana.
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