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- 27/08/2023 00:00
Más respeto a los jubilados, por favor
La jubilación es el acto administrativo por el que un trabajador en activo, ya sea por cuenta propia o ajena, pasa a una situación pasiva o de inactividad laboral, tras haber alcanzado la edad máxima, luego de haber trabajado por muchos años y completado las cuotas mínimas requeridas, o por enfermedad crónica grave o incapacidad.
La edad a la que los panameños actualmente pueden jubilarse es de 57 años para las mujeres y 62 años los hombres, según establece la Caja de Seguro Social (CSS). En diciembre del 2022, se estimaba que habían alrededor de 250 000 jubilados.
Vale la pena mencionar que, en la actualidad, la Ley 6 de 16 de junio de 1987 y su modificación (6 de julio del 2022), establecen una serie de beneficios (descuentos) a jubilados, pensionados y tercera edad, en distintos servicios, tales como: cines, teatros, espectáculos públicos, transportes específicos, hoteles, restaurantes, hospitales, farmacias (30 %), servicios médicos, préstamos bancarios (sin FECI), electricidad y otros.
Hasta aquí, el panorama se ve acogedor, sin embargo, lo que hemos enfrentado muchos jubilados, desde nuestros inicios, ha sido algo espeluznante. Para empezar, aún no se ha secado la tinta de la firma de nuestro contrato con la CSS, cuando aparecen de la nada y sin haberlo solicitado, cualquier cantidad de “agentes” de bancos y financieras, ofreciéndonos villas y castillas. En muchos casos conocen mejor que uno las obligaciones contractuales, qué porcentaje de la jubilación está libre, cuánto uno puede pedir, en fin; pareciera que uno se hubiera ganado la lotería o que de repente fuéramos la “monedita de oro”. Lo triste de esto es que el jubilado no autorizó a nadie a entregar sus números de teléfono o direcciones, lo que representa un fragante delito contra la intimidad del jubilado.
Cómo es posible que de repente me llamen de distintos agentes económicos a ofrecerme préstamos, tarjetas de crédito preaprobadas, refinanciamientos, compra de saldos, etc. y que ellos tengan conocimiento de toda mi información financiera, que se supone es privada, sin yo haberles autorizado el acceso a la misma. Vale la pena acotar que este fenómeno es cíclico, cada cierto tiempo llegan las llamadas y en ocasiones del mismo banco, solo que personas distintas.
Ya sabemos, por algunas publicaciones que salieron, que hay personas que venden nuestra información, que se supone es confidencial, a bancos y financieras, la cual utilizan para caerles a los recién jubilados como buitres, con el fin de ver con qué parte de la jubilación se pueden quedar.
Un hecho palpable en fue que, en los inicios de la aplicación de la Ley, hubo muchísimas denuncias, de que al llegar a un restaurante (que debe dar un descuento del 25 %), le preguntaban a la persona si era jubilado, y si lo aceptaba, la porción de comida que le servían era de menor tamaño, que la de aquellos que no. Acción bastante superada.
Por si no lo sabían, la vida financiera de los jubilados es un conjunto de operaciones matemáticas, aunadas a expectativas, las cuales permanentemente se realizan, para poder cumplir con los compromisos y si es posible, llevar una vida tranquila.
Lo que no necesitan los jubilados es que les vendan esperanzas torcidas, como los casos donde le dan el financiamiento para un auto, con una letra “baja”, pero a razón de 100 meses de deuda, en vez del máximo 80 establecidos o el refinanciamiento, que le ofrece una letra menor, recibiendo cierta cantidad en mano, pero que los tendrá condenados a pagar mientras tenga vida.
Debemos recordar que, en estas transacciones, que alargan el período de pago, quienes salen ganando son los agentes financieros; ya que más tiempo significa muchos más intereses, que usted tendrá que pagar.
Otras triquiñuelas que utilizan incluyen: interés mensual, tan solo 1.67, en vez de anual (multiplique por 12 para poder comparar). O bien poner el tiempo en mensualidades, 100 pagos (divídala entre 12 para saber cuántos años). Ni hablar del “empiece a pagar meses después”, pues eso se lo cobrarán con creces.
No se dejen engañar, siempre a los ofrecimientos fantásticos soliciten la información por escrito (en blanco y negro) antes de firmar; recuerden que las promesas son palabras y esas se las lleva el viento rapidito. Si le dan la vuelta o se hacen los locos, tome papel y pluma, pregunte las veces que tenga que preguntar y anótelo todo, de manera que posteriormente y con calma, en la tranquilidad de su casa, sobre todo sin tener a un agente financiero volviéndolo loco de tanto hablar, pueda razonar, comparar y tomar “su mejor decisión”. O sea, “lo que mejor le convenga a usted, como jubilado”.
Se me pasaba, lo de “la oferta termina mañana”, otra falacia muy utilizada, a la que simplemente debemos responder que necesitamos tiempo para pensarlo y si se pasa el tiempo, esperaremos la próxima o simplemente no nos convenía.
Conocemos muy bien el significado de la frase “la necesidad tiene cara de perro”, pero, siempre que se pueda, tómese su tiempo antes de firmar, por su tranquilidad; porque una vez firmó, lo que supuestamente le ofrecieron, podría tener problemas.
A los agentes económicos de Panamá, entendemos que su forma de hacer dinero es prestando y cobrando intereses, pero nada les quitaría si, en vez de buscar la forma de envolver a los jubilados con promesas y falsedades, tomaran su tiempo para explicarles adecuadamente las proyecciones de sus acciones, con el respeto que los jubilados se merecen. Recuerde que, si Dios lo permite, algún día usted pudiera llegar a formar parte de este grupo de personas, que trabajaron por muchos años, que echaron pa'lante a sus familias y que hoy, solo desean disfrutar de su jubilación.