• 13/08/2020 00:00

Semblanza múltiple del cuento en Panamá

Contrario a lo que creen los neófitos, los que empiezan a escribir lo que según ellos podría resultar un cuento o una novela, porque creen tener algo que contar, si bien una historia suele ser el punto de arranque, o bien el eje alrededor del cual habrá de girar la narración, la anécdota propiamente dicha es apenas un elemento del complejo entramado que suele resultar de un cuento o de una novela bien escritos.

Contrario a lo que creen los neófitos, los que empiezan a escribir lo que según ellos podría resultar un cuento o una novela, porque creen tener algo que contar, si bien una historia suele ser el punto de arranque, o bien el eje alrededor del cual habrá de girar la narración, la anécdota propiamente dicha es apenas un elemento del complejo entramado que suele resultar de un cuento o de una novela bien escritos. Más que lo que pasa, es la manera en que ocurren las cosas, la forma de relatar los hechos vividos o imaginados (o una combinación de ambos), lo que hace una obra de arte. Lo cual implica una irrenunciable originalidad en todo el entrejuego requerido en cada uno de estos dos géneros literarios: un manejo óptimo del lenguaje, el tono más apropiado, capacidad descriptiva y agilidad narrativa, el orden que se elige para contar las cosas que pasan habiendo otros órdenes posibles.

Además, sin duda está también la creación de personajes, de la ambientación más adecuada, de una trama interesante que puede o no ser compleja, el llegar a un desenlace sin desviarse del origen mismo de la historia. Todo un entramado de elementos, pues, que es preciso conocer de antemano, al menos en teoría, a menos que el burro toque la flauta por casualidad, lo cual también es posible, claro.

Por supuesto, uno no nace sabiendo, pero el talento artístico sí suele ser parte del empaque de la personalidad con que se viene al mundo, aunque se descubra tarde en la vida. Y digo artístico, porque escribir bien, de forma memorable, sin duda es un arte. Un arte que se puede perfeccionar con la práctica y las buenas lecturas, ya que no se trata de repetir simplemente lo que ya se ha hecho en el mundo de las letras, sino de aportar modos novedosos de concebir la realidad y de manejar la fantasía, de tal manera que no se puedan diferenciar fácilmente una de otra.

Desde hace muchos años, me he ido especializando en el cuento; tanto como creador como en mi actividad docente e investigativa. En ese sentido, creo conocer muy bien el origen y trayectoria del cuento panameño, sus variantes, sus más talentosos y no tan talentosos autores y, por tanto, sus libros. Esto, por supuesto, tras estudiar en su momento a los clásicos del género y a sus teóricos más ilustres, no siempre acordes entre ellos en la formulación de determinados conceptos. Esto me ha permitido preparar dentro y fuera de Panamá antologías y compilaciones históricas en torno a este difícil género narrativo de ficción breve que ha llegado a dominar la actividad escritural en nuestro país desde la década de los noventas en el siglo XX. Y ahora, con el pretexto del encerramiento a que nos obliga la interminable pandemia terrible que nos azota, me he puesto a preparar, minuciosamente, una muy ambiciosa compilación de cuentos memorables -a mi juicio, claro- de autores panameños vivos.

Al ritmo que voy, y tras innumerable material revisado, y además con la cooperación de casi todos los cuentistas requeridos para hacerme llegar en determinado formato dos o tres cuentos solicitados para yo escoger uno y poderlo incluir en este futuro libro, posiblemente en poco más de dos meses haya terminado este laborioso trabajo que yo mismo me he impuesto. Digo “de casi todos los autores”, porque, lamentablemente, unos pocos no se han dignado siquiera responder; o han hecho exigencias imposibles de cumplir en la situación complicada que vivimos, sobre todo en la parte económica. Pero un 97 % de los buenos cuentistas nacionales, que son muchos en cincuenta y cinco años de producción literaria, ha respondido favorablemente, por lo que su valiosa cooperación se agradece.

Cabe señalar que los nuevos cuentistas que publican su primer libro ya en este siglo XXI representan una auténtica pléyade de talento indiscutible, sobre todo las mujeres. Todos de diversas edades y profesiones. Acaso lo más interesante sea el hecho de que por primera vez hago convivir en las páginas de un voluminoso libro a nada menos que seis generaciones de escritores vivos: desde Marisín González (1931), Álvaro Menéndez Franco (1932), Ernesto Endara (1932) y Enrique Chuez (1934), hasta Shantal Murillo, Nicolle Alzamora Candanedo (1992) y Diana Mayora (1995). También, el hecho de la gran variedad temática y de estilo en los cuentos seleccionados, sin bajar la guardia en cuanto a la rigurosidad literaria imprescindible siempre en este tipo de trabajo. El libro habrá de llamarse: “Semblanza múltiple del cuento en Panamá (Compilación histórica de cuentistas panameños vivos (Siglos XX y XXI)”.

Escritor
Lo Nuevo