• 01/09/2014 02:00

El ‘reality show’ de la corrupción

Panem et Circenses— decía un adagio romano, que se refería a la capacidad del Imperio Romano de contentar al vulgo para distraer su aten...

Panem et Circenses— decía un adagio romano, que se refería a la capacidad del Imperio Romano de contentar al vulgo para distraer su atención de los temas que realmente eran críticos en dicha sociedad. Se ha extendido la validez de dicha frase hasta nuestros tiempos y mantiene vigencia en el andamiaje político de nuestro país.

La citación tanto de la contralora de la República como del más cuestionado director de la Caja del Seguro Social, ante el pleno de la Asamblea Nacional, materializa este pregón romano. Por una parte, Guillermo Sáez-Llorens hizo gala de una memoria disfuncional, una organización obtusa y un poder de convocatoria increíble a ‘manzanillos’ que lo acompañasen a hacer el ridículo por televisión nacional.

Su forma de responder ante los tímidos, pero insidiosos dardos de los diputados, mostró su verdadero yo: poco de administración pública y mucho de computadoras. La cereza del pastel ha sido que posterior a tan ignominiosa presentación indignante para el pueblo pensante, dicho señor y su caterva de seguidores, partieron a un retiro espiritual y de relajación en un lujoso hotel de la localidad, para analizar, entre cócteles, cada andanada de ridiculeces respondidas.

Ninguna respuesta coherente sobre los escándalos, las crisis y las decisiones arbitrarias, entre otras terribles realidades, que el señor Sáez-Llorens deliberadamente decide desconocer. Dice el Doctor Mauro Zúñiga Araúz, que Guillermo Sáez-Llorens pasará a la historia como el genocida más grande de nuestra historia republicana; yo le agregaría: y el más grande cínico funcionario que ha pasado por cualquier puesto público en nuestro país; triste ejemplo de la persona sin escrúpulos y posible afectado del Síndrome de Dunning-Krugger. Pero del director de la Caja, no esperaba más.

Lo que sí resultó revelador para quienes tenemos los ojos puestos en la administración pública, fueron las declaraciones de la contralora general de la República. Visiblemente agobiada, todas sus respuestas se resumían a una verdad irrefutable: ‘LA LEY NO ME LO PERMITE’. Ferdinand La Salle, un clásico, desde su tumba francesa ríe de los panameños estafados. Los ‘factores reales de poder’ determinan las relaciones jurídicas dentro del ‘contrato social’ y no es una combustión espontánea la que crea las leyes, con todo y sus contenidos favorables a ciertos sectores económicos.

La contralora, al ser cuestionada por el control previo, los sobrecostos, etcétera, hizo un monólogo que quien tiene un mínimo de inteligencia lo hubiese deducido, ella iba a respaldarse en una ley que es la que solo la obliga a ella a refrendar lo que desde las instituciones ya viene ‘fiscalizado’. Quiere decir, que es la Ley de la Contraloría la que permite toda la serie de irregularidades y malversaciones acusadas al gobierno pasado; tristemente para algunos, NO ES UNA PERSONA quien esconde la corrupción, es todo un modelo legal e institucional que sustenta la acumulación para un sector de la población. Las personas son las beneficiadas de esta cadena de desagravios al Estado; pero por supuesto que no son todas las personas las que son señaladas en los estrados de un tribunal como delincuentes, será un par de marionetas las que sean lanzadas como ‘chivos expiatorios’.

Porque detrás de esa ley, de ese contralor, de ese director de institución, de ese ministro, existen unas corporaciones que se enriquecen con todo el andamiaje del Estado, como forma de acumulación. Esas mismas corporaciones y sus dueños, serán quienes mantendrán el estado de cosas tal cual se han venido desarrollando, porque ese es su negocio, independientemente de quién sea el gobernante.

He aquí cuando se hace evidente que el ‘pan y circo’ sirve solo para entretener al vulgo, como un ‘Reality Show’ de funcionarios que dramatizan en televisión para entretenernos. Ninguno de los verdaderos beneficiados por toda la corrupción van a ser condenado, ninguna de las crisis desatadas estarán manejadas debidamente, si no existe un real compromiso de romper con el sistema que se ha impuesto para enriquecer a unos cuantos, a costa de los ingresos generados por todos los panameños.

La línea de la cárcel debe ser cruzada por poco más que un peón, para que las actuaciones se tomen en serio. Solo entonces, estaremos hablando de justicia en Panamá.

ABOGADO

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