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- 08/07/2022 00:00
¿De qué sirvió la globalización?
El fin del mundo unipolar renace ante los ojos de occidente como una pugna entre la democracia y el autoritarismo. Dos bloques contrapuestos e irremediablemente enfrentados. Una visión donde las virtuosas democracias occidentales se convierten en defensores de la libertad y las costumbres morales del mundo civilizado.
Paradójicamente se trata del mismo podio desde el cual, se configuró el mundo décadas atrás, bajo el estandarte del liberalismo económico y el modelo de democracia occidental. Un mundo regido por los tratados de libre comercio y la ”Pax americana”. Y aun cuando el cambio de paradigma supuso abrir aún más la brecha de la desigualdad económica, la mayoría de las naciones abrazó la globalización y se unieron a la partida.
A tres décadas de la caída del muro de Berlín y del fin de la doctrina de las zonas de influencia, el mundo se reconfigura nuevamente e intenta volver a esa dinámica bipolar. Y no hay duda, esta vuelta de tuerca viene de la mano del miedo.
Despierta la curiosidad el hecho de que los países occidentales invoquen con frecuencia el concepto de democracia y libertad. Siendo que, para la desarticulación de la globalización, los “líderes del mundo libre” se reúnen a tomar decisiones que difícilmente alcanzarían un consenso en una democracia formal. Como quien conduce un auto al despeñadero, el suicidio económico y social que implica este reinicio, no debería tener cabida dentro de una sociedad libre de tomar sus propias decisiones.
Parece un mal chiste que hoy, los portadores del estandarte del liberalismo económico y el derecho internacional, sean los principales instigadores del fin del libre mercado y las directrices globales que, según ellos, igualaba el campo de batalla económico y político para todos los países. Dejando en claro que esta supuesta libertad sólo es posible cuando sus promotores ostentan el poder hegemónico. En este contexto aparece China, explotando la globalización y apropiándose de las reglas del juego, haciendo tambalear el orden económico establecido y posicionándose poco a poco en el centro del tablero. De un momento a otro, la paz que ofrece occidente, a punta de portaaviones en costas lejanas, insurgencias extremistas y guerras proxy, comienza a viciarse, ante la propuesta de la globalización pragmática de China.
La respuesta de occidente, principalmente de los Estados Unidos, ha sido el proteccionismo, las fronteras económicas, las sanciones y la ruptura de las relaciones y tratados internacionales, destruyendo los mecanismos de intercambio global que funcionaban bajo las mismas reglas que impulsaron años atrás las potencias occidentales. Arrastrando con ellos al resto del mundo a una vorágine, una crisis artificial que solo se explica ante el temor constante de un imperio decadente a la pérdida de su posición en el centro del mundo.
El reset ya ha comenzado, pero el mundo hoy es diferente al de hace 30 años, y las riendas de la globalización parecen haber cambiado de mano. Existe la posibilidad que China intente oponerse al establecimiento de un telón de acero económico, aunque al mismo tiempo da pasos en dirección al fortalecimiento de las alianzas y de su zona de influencia, ante un futuro de hegemonía bipolar.
El cambio de paradigma económico no será un camino fácil, la ruptura del orden mundial, la pérdida de la confianza en las instituciones económicas y jurídicas internacionales, las monedas refugio y los convenios de cooperación, pero sobretodo la feroz competencia entre dos bloques imperialistas, que se disputaran el dominio global y cuyo campo de batalla se situará en los países más susceptibles a ser explotados y exprimidos, hará que las naciones menos desarrolladas tengan que formarse para recibir la mitad de las migajas que les tocaba antes.