• 30/04/2022 00:00

¿Sociedad bestializada?

“Esforcémonos unidos por una sociedad próspera, robusta y con ciudadanos comprometidos con el terruño”

Desde el punto de vista de la Real Academia de la Lengua, una bestia es un “animal, especialmente el cuadrúpedo doméstico que se usa para carga o como cabalgadura”. Es decir, un animal irracional domesticado, pero al fin y al cabo eso: animal. Tengo la impresión de que vivimos en medio de bestias, estamos rodeados por ellas, como una “especie emergente” que pulula a lo largo y ancho de la sociedad. Las vemos en la calle, arrojando basura y escombros por todos lados; las vemos en escuelas, colegios y universidades destruyendo inmobiliario, marcando paredes, dañando sanitarios, empleando lenguaje soez y ademanes desajustados; las vemos con aspiraciones políticas optando por ser delegados y desde allí negociar o buscar encumbrarse para saquear las arcas públicas.

El fenómeno empieza desde la familia disfuncional y deshumanizada, donde se inculcan valores torcidos, no se corrige a tiempo, no se guía por senderos de pertenencia de las cosas y del terruño, no le enseñan a valorar la educación, la cultura y el hecho de tener sueños y objetivos de vida.

Este espécimen se caracteriza por poseer una cultura de suciedad, una abulia casi que genética e improductiva, una condición autista inducida, un desinterés por todo, no pensar e ir tras cualquier ideología patentando aquello de que “en el país del ciego, el tuerto es rey”. Son casi mudos, pues no hablan mucho, no tienen una pizca de disciplina, no tienen planes ni propósitos; se inclinan a ser “ninis” u otra versión que agazape ociosidad y nadificación.

El hombre bestia que emerge suele no tener domicilio ideológico, ser un oportunista a tiempo completo, pensar solo en él y sus intereses, no tener escrúpulos morales, ni una visión clara de país y de colectividad. Es un ser abominable, dispuesto a venderle el alma al diablo y su conciencia (si la tiene) a cualquier usurero y lo curioso es que predomina y se abre paso en medio de nuestra sociedad.

Muchos autores, desde diversas perspectivas y ciencias de análisis, han tratado de entender las mutaciones sociales abruptas y desde el ADN de la sociedad, o algo similar, han buscado respuestas a la presencia de esa emergente “especie social”, tipificada por ser una suerte de comparsa, núcleos humanos sin identidad y que con el “síndrome del cangrejo o del caracol”, se permiten encumbrarse y osadamente dirigir los destinos de muchos.

Lo curioso es que este espécimen no solo se circunscribe a un ámbito, sino que lo vemos en nuestra clase político-empresarial y diseminado en muchas instituciones, atentando contra la armonía social. Pues, tiende a ser presa del clientelismo, vive inserto en la “cultura del juegavivo”, selecciona a las autoridades locales y nacionales con un espíritu deportivo y un manifiesto desprecio a la sensatez y al buen funcionamiento del país.

En alerta, debemos hacer esfuerzos ingentes por no contaminarnos con este mal y no caer en ideas y conductas banales que tienen a la sociedad en crisis y decadencia en detrimento del futuro del país. Esforcémonos unidos por una sociedad próspera, robusta y con ciudadanos comprometidos con el terruño. Amanecerá y veremos.

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