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Hace como veinte años me involucré en una nueva experiencia periodística. La muerte de dos estimados profesores universitarios, me hizo escribir una reseña de sus trabajos, tanto en sus disciplinas específicas, como en su inclinación por las artes. El resultado de aquel ejercicio en La Estrella de Panamá fue el entusiasmo que motivó la redacción de unos artículos posteriores sobre acontecimientos de la vida cotidiana del país y otros hechos.
La redactora de la sección Opinión me propuso que dedicara por lo menos un día cada semana a publicar materiales en ese espacio del diario y así, acometí esta convocatoria. Había sido responsable de una página cultural en un semanario durante cuatro años y medio; por eso, asumí la responsabilidad y empecé a organizar y a plasmar los textos aludidos en el periódico.
Tenía la seguridad que podría dedicar la observación hacia la realidad diaria y de allí extraer aspectos para analizar, comentar y preparar un comentario breve que quedara como estímulo para fomentar la discusión. Ese es uno de los atributos del artículo periodístico: Referirse a “hechos de interés colectivo” y que tienen la tendencia a “formar ciudadanos más conscientes y permiten un conocimiento más profundo del entorno...”
Esta particularidad fue la que más motivó los escritos que he tenido la oportunidad de preparar en este tiempo de casi dos décadas. Por esa razón, recientemente seguí el consejo que me brindó alguien de por qué no recogía y agrupaba mis artículos en un documento único. Hice una selección de once años, entre 2014 y 2024 y he preparado un libro con el mismo título que encabeza estas líneas de hoy.
Uno de alcances que tiene la formación periodística es la capacidad de observar el mundo que surge ante los ojos de quien abraza esta disciplina y que reproduce mediante la articulación de conceptos, testimonios, indagación, documentación y lo que conduce a un enfoque analítico de los sucesos de alguna notoriedad. Cuando pareciera que algo no resalta, es la pluma la que logra un perfil para que sobresalga y pueda proponerse a los lectores.
El artículo periodístico tiene varias facetas, además de opinar sobre aquello que ocurre en determinados escenarios cotidianos. También genera un debate o influye para la adopción de decisiones. Esa influencia, es a la que Aristóteles se refería como principal característica de la retórica. Los periodistas suelen no llegar a este punto, optan por brindar los elementos para que el público considere el asunto a través de un criterio propio.
Es allí donde reside uno de los mejores atributos de este género: la multiplicidad de referentes que llaman la atención y que pueden ser enfocados. No implica esto que el periodista sea un entrometido o un “todólogo”, sino que ha adquirido las capacidades para comentar y dejar puntos o aspectos que impulsan el debate o intercambio de ideas alrededor del tema escogido.
Al revisar el material que había sido seleccionado para el nuevo libro, se pudo agrupar el contenido en ocho categorías: lengua y habla, vida académica, obituarios, política, asuntos económicos, reseñas, lenguaje periodístico y vida cotidiana. Cada uno de ellos genera plurales piezas específicas de un período elegido para brindar un panorama de lo que se vivía en el momento.
Es así como ocurrió la coincidencia de atestiguar las honras fúnebres de Gabriel García Márquez durante un viaje a la ciudad de México y este acontecimiento me permitió preparar un artículo sobre los efectos que su fallecimiento había producido entre sus lectores en esa, la segunda patria del autor de Cien años de soledad. Otros decesos de figuras tanto locales como internacionales también ocasionaron escritos que aparecen en la compilación.
Textos cotidianos para la opinión cuenta también con un prólogo preparado por el maestro argentino Daniel Prieto Castillo, que hace un estudio de este formato periodístico en que discurre la publicación.
Me honra presentar este libro mañana jueves en la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero y someterlo a la consideración del público.