• 05/12/2014 01:00

Una mañana en la vida de una pensionada

"Acontece que salgo temprano, en la mañana del lunes 24 de noviembre, a buscar una receta al consultorio de mi médico"

Tomo parte del título de la obra del gran escritor Alexandr Solzhenitsyn, Un día en la vida de Iván Denisovich, la cual relata cómo son las 24 horas de Iván en un ‘gulag’ y la crueldad que sufrieron millones de deportados a Siberia, después de la II Guerra Mundial.

Acontece que salgo temprano, en la mañana del lunes 24 de noviembre, a buscar una receta al consultorio de mi médico, por las inmediaciones del Hospital Paitilla. Luego de la consabida espera, salgo hacia el estacionamiento. Me aguarda una larga fila para pagar por los minutos que allí estuvo mi automóvil. Me dispongo a ir a la calle 50, dirección hacia donde había una cola de carros esperando la luz verde. ¿Qué pasa que veo pasar varias luces y nadie avanza? La genialidad de un conductor era la causa: se detuvo en medio de la intersección. Espero y espero y sorteo ese primer obstáculo. Ahora, digo el primero, porque, en ese momento, no sabía lo que me esperaba.

Me dispongo a doblar por la esquina del famoso edificio conocido como ‘El Tornillo’ para ir a Novey, en la avenida Balboa. Vuelvo a verme inmersa en un remolino de carros, por la rotonda aledaña al Hospital Paitilla. Sigo hacia la avenida Balboa, para tomar el retorno y encontrarme con que era imposible la entrada a Novey y comercios aledaños: todos los estacionamientos estaban ocupados. Decido irme a casa.

Continúo por la avenida Israel, hasta la altura de Multiplaza. El tránsito nuevamente detenido. No podía salirme hacia otro carril. ¡De dos cosas que quise hacer, solo pude una y se me fue la mañana! Sintiéndome prisionera y condenada a esperar a que la fila avanzara, conecto la radio. Estaban transmitiendo ‘La tremenda corte’ y ahí estaba hablando en ese preciso momento el gran comediante cubano Leopoldo Fernández, mejor conocido como ‘Trespatines’, intemporal e imperecedero, como el sentimiento de simpatía que en todos despierta, a pesar de sus truhanerías. Mi disgusto e impaciencia por un tranque sin aparente explicación llegó a niveles paroxísticos. Decidí ponerle atención al episodio de hoy de este singular personaje y oigo cuando el juez se queja de sus males físicos y dice que la medicina está atrasada, porque no descubre la causa de sus malestares. Entonces Trespatines le responde:

No culpe a la medicina

De la causa de sus achaques

Más bien fíjese usted

En las hojas de su almanaque.

No pude contener la carcajada y, al verme en el retrovisor, pensé: ‘Heme aquí, pasando de un momento a otro del disgusto a la carcajada’. Después de todo, cuál era mi apuro, si tengo todo el tiempo del mundo por ser una feliz pensionada ‘condenada’ a hacer mis compras, pagos de cuentas y diligencias, a la hora de mi mejor conveniencia. Acepté con agrado mi condena en este ‘gulag’ al cual he sido enviada por implacable sentencia del rígido almanaque y, luego de aquellos instantes conmigo misma, los carros reanudaron su marcha lentamente y el tránsito comenzó a fluir nuevamente.

PENSIONADA

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