La Policía Nacional aprehendió al alcalde electo de Pocrí por presunto peculado, tras una investigación relacionada con proyectos no ejecutados del Conades...

Nadie niega el derecho a la protesta ni a la defensa de las causas sociales y laborales, pero hay una línea que no debe cruzarse: convertir a los niños y jóvenes en rehenes de una lucha que no les corresponde. Ya van casi tres meses de la huelga de maestros y el panorama no pinta bien. El daño ya está hecho y crece con cada día de clases perdido. Una huelga indefinida en el sector educativo en un país que aún no se recupera de los estragos de la pandemia, es un golpe cruel a una generación que necesita urgentemente aprender, avanzar y soñar con un futuro mejor. La intransigencia y los intereses ajenos a la causa cobrarán una factura muy alta. Quizá, al momento en que se inicien las clases, atiborrarán a los estudiantes para que se cumpla con el pensum establecido, pero estarán muy lejos de lograr el aprendizaje. Interrumpir el ciclo escolar como medida de presión es una forma de maltrato contra la niñez. Es condenar al olvido a miles de estudiantes que, sin voz ni voto en este conflicto, pagan el precio más alto: el de su formación. Es urgente un acuerdo nacional que ponga fin a esta paralización. El Estado debe saber escuchar y los docentes deben ser cónsonos con el rol que representan; ser los referentes y las guías de la juventud y estar a la altura de esa misión. Cuando se cierra una escuela, se abren más ventanas a la desigualdad y ese costo- lamentablemente, como siempre- lo pagan los que menos tienen. No lo olvidemos.