Los capturados fueron ubicados en la comarca Ngäbe-Buglé, las provincias de Veraguas, Los Santos y Panamá
En Honduras, la noche electoral se ha vuelto demasiado larga. Como una ciudad que espera el amanecer sin saber si llegará con calma o con tormenta, el país entero permanece suspendido, contando actas en vez de horas. Cada inconsistencia, cada falla del sistema, cada retraso en el CNE se siente como una chispa cerca de un pastizal seco. Y en medio de ese ambiente tenso, surgen voces que llaman a alterar el orden público, como si incendiar las calles pudiera revelar antes al ganador. La OEA ha repudiado esos llamados, y con razón: nada bueno nace de la impaciencia convertida en furia. Mientras tanto, el pueblo hondureño aguarda. Sabe que más de 2,700 actas todavía duermen en sobres que contienen dudas. Sabe que el escrutinio especial será la última palabra en una contienda que mantiene a Nasry “Tito” Asfura y Salvador Nasralla separados por un suspiro. Y sabe también que, en un país donde cada voto pesa como una piedra en la balanza, cualquier error, cualquier sombra, puede desatar un terremoto político.