
La Selección de Panamá está a las puertas de un momento decisivo en su historia futbolística. La fase 3 de la eliminatoria rumbo al Mundial 2026 no es una simple etapa clasificatoria: es la oportunidad de consolidar lo que comenzó en Rusia 2018 y dar el salto definitivo a la élite del fútbol mundial. Una vez más, Panamá se encuentra en condiciones de pelear por un boleto que, más que un sueño, es hoy una responsabilidad. El grupo dirigido por Thomas Christiansen llega con el cartel de favorito en el Grupo A, un lugar que no se regala, sino que se gana con trabajo y disciplina. El proceso ha sido claro: una base de jugadores con experiencia, líderes que ya saben lo que significa vestir la camiseta en instancias grandes, combinado con una generación emergente que reclama minutos y protagonismo. Esa mezcla puede ser la fórmula que nos mantenga en la ruta correcta. El reto inmediato se llama Surinam y hoy jueves, cuando Panamá salte a la cancha, no serán solo los 24 convocados: seremos todos, unidos bajo una sola bandera y un mismo objetivo. Cada panameño ve en esta selección un ejemplo: los sueños se alcanzan cuando caminamos unidos. La Selección representa mucho más que un grupo de jugadores. Representa a un país que no se rinde, que sabe trabajar hombro con hombro, que entiende que las metas se cumplen con disciplina, sacrificio y fe. Lo que hacen nuestros futbolistas en la cancha es el reflejo de lo que somos como nación: un país pequeño en territorio, pero inmenso en coraje y determinación.