José Jerí Oré, prometió en su primer discurso en el cargo empezar a construir las bases de la reconciliación del país, que atraviesa “una crisis constante...

El asesinato de Selina Córdoba Batista, una joven de apenas 19 años, a manos de su expareja, es una señal inequívoca de que en Panamá las mujeres no están seguras. El crimen no ocurrió en el silencio del hogar, como lo sufren miles de mujeres en el país, sino en un lugar público y a la vista de todos. Selina era estudiante de la Universidad de Panamá y aspiraba a convertirse en licenciada en Finanzas. Ahora está muerta. ¿Cómo permitimos que ocurriera algo así? Este hecho atroz ha provocado una indignación generalizada, tanto por su brutalidad como por evidenciar los graves problemas que enfrenta el Estado panameño al garantizar la protección de las víctimas de violencia de género. Tan solo este año han ocurrido al menos 13 muertes violentas de mujeres y casi una decena de intentos de femicidio. ¿Cuánto tiempo más vamos a esperar para tomar medidas realmente efectivas? ¿Tenemos que esperar a que sean nuestras madres, hijas o hermanas las que terminen como una víctima más? La tarea de frenar la violencia contra las mujeres exige un trabajo mancomunado entre las instituciones del Estado, el sector privado y la sociedad civil. Este problema no puede reducirse a un caso individual producto de la ira o de un trastorno mental: existe una cultura de la violencia contra las mujeres que debe ser erradicada en todos los espacios. Las mujeres y las niñas tienen derecho a vivir sin miedo en Panamá.