¡Presidente, deténgalo!

El proyecto de Transmóvil, sobre el cual se ciernen oscuras nubes, y que ha sido rechazado por las fuerzas políticas del país, incluso por uno de los candidatos oficialistas, para más inri del gobierno, sigue en pie. Y si sigue vivo es porque el presidente se empeña en levantarle la mano como al boxeador que ya no puede tenerse en pie, y en decir que va, que todo está normal. Trata de caminar porque los legisladores le han provisto de un tanque de oxígeno económico, pero sigue oliendo mal, a cadáver, a corrupción. El Transmóvil fue visto antes como una forma de resolver, siquiera parcialmente, el difícil problema del caos vehicular y del mal estado de los transportes públicos, pero entonces el Gobierno no se atrevió con la múcura, de imprevisible costo político. Ahora que les queda poco, la visión es otra, parece una mina que no se puede dejar de explotar.