Culpables

La arrogancia evita que un individuo o grupo pueda reconocer sus errores y cuando les es inevitable hacerlo, entonces buscan a quién tirarle la responsabilidad o, en último caso, con quién compartir la culpa. Eso precisamente le sucede al gobierno. Reconoce que ‘todo falló’ en el manejo de la crisis de Bocas del Toro, pero no termina de convencer a la población de su contricción. Así llega el presidente a enfrentarse con un abucheo que ahora quiere diluir en medio de acusaciones a los medios de comunicación. Con claros síntomas de la arrogancia, primero evitó admitir la culpa, luego intentó compartirla y cuando el peso de sus yerros le asfixió los argumentos, prefirió culpar a los medios. ¡Basta ya de ser usados como excusa! La arrogancia se paga caro y su precio es el repudio popular, rectifiquen el rumbo y volverán los aplausos; de lo contrario, la historia del Rommel será cosa de todos los días.