• 12/02/2011 01:00

Clase política

Vivimos en un país en el que los problemas amenazan con desbordarnos y lo peor es la desconfianza creciente en las instituciones encarga...

Vivimos en un país en el que los problemas amenazan con desbordarnos y lo peor es la desconfianza creciente en las instituciones encargadas de las soluciones. Si no logramos salir de esta espiral de incongruencias —entre promesas y esperanza—, el camino democrático será riesgoso. Lo preocupante es que nunca antes hemos sentido la urgente necesidad de que surjan grandes líderes, capaces de encontrar un campo común para actuar —con tolerancia— por el bien común y el interés nacional. No obstante, la clase política panameña sigue masacrándonos a diario en inútiles diatribas, desacreditaciones fanáticas y oportunismos personales que impulsan a sus seguidores a oscuros caminos. Pero los dirigentes, y los que aspiran a serlo, tanto del oficialismo y la oposición, se han dado a la tarea de asombrarnos aún más y de la peor manera: reniegan lealtades, nos atiborran de cambios, fusiones, renuncias y sospechosos retornos. Por estos días, la sensibilidad democrática está altamente lastimada por la clase política.

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