Cierto es que la corrupción es de por sí un flagelo muy dañino para cualquier sociedad. Mas otro mal que nos afecta muy fuerte es la ineficiencia. Resulta que mucho se habla de la corrupción, pero poco de la ineficiencia gubernamental que causa la pérdida de millones de dólares en demoras. Cobrar al Estado o sacar cualquier documentación es un martirio y esta ineficiencia también provoca la corrupción, porque funcionarios inescrupulosos cobran comisión a cambio de agilizar los trámites. Los índices que miden la transparencia, también deben aplicarse a la eficiencia. Y es que todo se ha convertido en un vil negocio que funciona para unos cuantos. Los precandidatos presidenciales y el Gobierno de turno tienen que presentar una estrategia para resolver este problema de ineficiencia. Aquí se gastan millones de dólares en capacitaciones a los funcionarios, pero nada mejora a la hora de prestar el servicio a los contribuyentes. Y se trata de cualquier trámite y en cualquier institución pública. Ya ni la justicia funciona. Los hábeas corpus se fallan cuando les da la gana y los recursos duermen el sueño eterno, a pesar de que tienen plazos fatales. Para todos estos asuntos no se necesita dinero, sino voluntad de la cabeza. Hay que dar el ejemplo desde arriba para que todo permee hacia abajo. Ya es hora de que dejemos de hablar tanto y prometiendo cuanta cosa, cuando el engranaje sigue siendo deficiente y débil. ¿Para qué se requiere más presupuesto, si se despilfarra el que se tiene con la ineficiencia? Esto hay que resolverlo cuanto antes y, aunque no va a solucionarse de la noche a la mañana, sí va a proporcionarnos una luz en el camino como sociedad.

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