Difícilmente un presidente de la República haya logrado tanto poder como el actual. Atravesando una fuerte oposición desde su exaliado Ricardo Martinelli, una baja económica internacional y un ataque certero desde el extranjero hacia la economía panameña, Juan Carlos Varela ha cruzado el umbral más peligroso en su transitar presidencial y hoy llega a su cuarto año de Gobierno más fuerte que nunca. La Asamblea que, si bien ha cohabitado con su Gobierno, con el apoyo del otrora partido fuerte, el PRD, le rinde tributos y no le ofrece oposición. El CD de Martinelli está dividido a más no poder y la mayoría de su bancada legislativa va a apoyar lo que Varela diga. Fuera de la Asamblea y con una Corte Suprema sumisa, Varela camina con tranquilidad con un Martinelli preso en Estados Unidos que, aunque salga bajo fianza, no será el mismo roncón que era hace un mes. En estos momentos, el poder está a los pies de Varela. ¿Qué va a hacer del país? ¿Hacia dónde dirige la nave? ¿Llamará a la Constituyente paralela para aprobar una nueva Carta Magna justo en las votaciones de 2019? Sabemos que Varela va a alinear los astros para lograr lo que ningún otro partido ha hecho en la era posdictadura: reelegir a su partido. Pero mientras casi todo se rinde a su paso o lo hace rendir, no significa que el peligro haya desaparecido. Están los egos, los consejos al oído, las voces que le suplican hacer esto o aquello. Es el momento de Varela. De él depende que este país eche raíces sólidas y crezcan los pilares reales de democracia, igualdad y libertad o simplemente permitirá que el juegavivo, la corrupción, la indecencia y la avaricia se robustezcan más de lo que ya están.

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