Con el sistema político imperante, en que los diputados son escogidos por circuitos, donde incluso hay más de un diputado en un solo corregimiento, lo que se mantiene es el clientelismo, una forma de gobernar que todos sabemos que nos provoca atrasos, corrupción e ineficiencia. Y es que desde que el candidato a diputado se lanza en la búsqueda de un puesto en la Asamblea Nacional, su forma de conquistar el voto no gira alrededor de sus ideas y programas, sino de cuánto da al electorado. Cuando gana, es imposible mantener ese electorado satisfecho y es allí donde aprovecha el Ejecutivo para darle donaciones, contratos y cuanta prebenda. Es decir, una forma vil de comprarlo para que el diputado no fiscalice el Gobierno. Conociendo de antemano dónde radica la fuente de la corrupción, entonces lo que procede es erradicar este mal y la cura es cambiando el sistema de elección de los diputados. Deben ser diputados electos a nivel provincial o nacional, para crear el verdadero contrapeso en el Legislativo. Elegir nuevamente diputados en el 2019 de la forma como lo hemos hecho hasta ahora, es perpetuar el error. Lo que procede es que el presidente electo llame de inmediato a una constituyente, ya sea paralela o no y cambie el sistema perverso que provoca la corrupción. Es más, esa nueva Constitución debe convocar también la elección inmediata de los nuevos diputados, de manera que la Asamblea se convierta en un verdadero contrapeso. Seguir como estamos es condenar el futuro del país. Esta decisión se debió tomar justo con la caída de Manuel A. Noriega, pero no se hizo y desde entonces se ha venido posponiendo y el mal de la corrupción ha ido creciendo. Y esto no es justo para nadie.

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