En Panamá hay realidades insoslayables y tenemos que hacerle frente de una vez por todas: La constitución que permite los abusos de un poder sobre otros; la seguridad social, cuyos fondos no alcanzan para pagar jubilaciones pero sí para amamantar mafias; la basura que avergüenza; el agua que no nos alcanza; la narcopolítica que es un comején; la educación de “maimillo” y la economía que no da para más. Son asuntos de capital importancia y quizás los políticos solo los aborden con pinceladas, pero es nuestro deber como votantes, obligarlos a aterrizar con propuestas que sean realistas y que nos digan con claridad qué van a hacer. Panamá es un país que, a propósito de malas decisiones e informaciones, hoy es blanco de señalamientos en el extranjero, afirmando que la brillante luz que nos alumbraba ahora se apaga. Es hora de sacar coraje y emular la firmeza y determinación de los jóvenes que en enero de 1964 se levantaron contra Estados Unidos y hecho que dio paso a los tratados que nos hizo recuperar nuestra plena soberanía. Sí, son momentos electorales donde uno ataca al otro y se vende como el mejor. Pero estos problemas sobrepasan el 5 de mayo y hay que enfrentarlos con inteligencia. Son problemas acumulados por décadas de abandono; por estar saboreando un crecimiento económico que se daba solo. Ahora hay que esforzarse y trabajar duro. Hay que acabar con subsidios innecesarios y posiciones politiqueras en los ministerios. Hay que generar recursos en aquellas instituciones que hoy pierden millones. Hay que cambiar y punto. ¡Así de simple!

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