José Jerí Oré, prometió en su primer discurso en el cargo empezar a construir las bases de la reconciliación del país, que atraviesa “una crisis constante...

Los problemas de la crisis climática son, pese al intento de ocultamiento de los negacionistas, una realidad cada vez más amenazante. Esto es cierto al extremo que un reciente informe del Instituto Postdam de Investigación Climática, publicado en la revista One Earth con el título Breaching planetary boundaries (agosto de 2015), afirma que, desde el punto de vista de la integridad funcional de la biosfera, el 60.0% de la superficie se encuentra actualmente fuera de la zona ecológicamente segura y 38.0% en la zona de alto riesgo.
A este problema, que guarda relación con el hecho de que el mundo vegetal tiene problemas para sostener suficiente energía por medio de la fotosíntesis, para mantener los flujos materiales de carbono, agua y nitrógeno que sustentan los ecosistemas, se suman otros de importancia notable.
Entre estos se destaca la ruptura del ciclo del carbón, que gracias a un modelo de economía que, en búsqueda de beneficios y acumulación de capital, pretende llevar la producción hasta el infinito, generando el problema del calentamiento global. El otro problema básico relacionado con los limites planetarios está dado por la pérdida de biodiversidad.
Frente a esto las grandes empresas trasnacionales, incluyendo las mineras, más que buscar una solución basada en la ciencia, que ha dictaminado que el cambio tecnológico no puede resolver el problema sin un profundo cambio socioeconómico y cultural, viene desarrollando falsas narrativas sustentadas en el llamado greenwashing, destinadas a mejorar su deteriorada imagen ambiental.
Este es, a nuestro juicio y como se busca demostrar a continuación, el caso de los defensores de la explotación de la contaminante mina de Donoso. Lo hacen con la conocida narrativa de que la producción de cobre es necesaria ya que esto permite un elemento central de la transición energética, que es la producción de automóviles eléctricos. Se trata del mito de la mina altruista.
Para comenzar es una posición que, de manera interesada, oculta el hecho de que la mina de Donoso utiliza como fuente de energía una planta eléctrica basada en el combustible fósil más dañino de todos: el carbón. A esto se suma que en una publicación aparecida en el sitio “re: wild” en noviembre del 2023, llama la atención que, de acuerdo a un grupo de organizaciones locales e internacionales, la instalación de esta mina ya habría destruido más de 3,000 hectáreas de bosque para la construcción y explotación de la mina. El artículo también detalla que la superficie total de la explotación minera, que se encuentra en el corazón del corredor biológico mesoamericano es de 13,000 hectáreas.
Para continuar deconstruyendo la narrativa de la mina altruista, se debe señalar que quienes han venido introduciendo el mito de la simple solución vía el automóvil eléctrico, deberían llamar la atención sobre el hecho de que la producción de los automóviles eléctricos genera gases invernaderos. De hecho, se entiende que la producción de uno de estos vehículos genera entre 70% y 60.0% más CO2 que la producción de un automóvil tradicional. En un conocido y comentado estudio de la empresa Volvo, citado por Jesús Días en publicación en el Confidencial del 23 de octubre de 2021, se concluye que en la fabricación de un automóvil volvo C40 se generan 25 toneladas métricas de bióxido de carbono. El automóvil eléctrico se inicia, entonces, con una significativa huella ecológica.
Claro está que una vez construido el mismo al funcionar no producirá más CO2 directamente, por lo que a la larga resulta menos contaminante que un similar que opere con combustible fósil. Sin embargo, esto no significa que su uso no genere indirectamente gases invernaderos. Esto va a depender de la estructura de generación de la energía eléctrica que será utilizada para alimentarlos. Según el estudio citado con la composición de generación de la Unión Europea el uso del automóvil eléctrico generará indirectamente 42 toneladas métricas de bióxido de carbono durante la construcción y su vida útil, ésta cifra se eleva a 50 toneladas si se usa como referencia la estructura mundial promedio de generación eléctrica.
Teniendo en cuenta lo anterior y que en el mundo existen aproximadamente, 1,400 millones de automóviles, esto significa que, si se intentara cambiar todo este parque automotriz por el modelo del estudio, se estarían generando durante la producción, vida útil y reciclaje de los mismos 105, 000 millones de toneladas métricas de CO2 (utilizando la estructura energética promedio del mundo). El problema seguiría en aumento, en la medida que el número de automóviles siga creciendo.
Se trata, entonces de un mito, destinado a favorecer la contaminante mina de Donoso. La verdadera solución está si en vehículos eléctricos, pero diseñados para el transporte y los servicios públicos eficientes, no en una cultura consumista de automóviles individuales. No se debe, entonces, destruir el ambiente ampliando la producción de cobre, generado un creciente daño ecológico en los países con modelos extractivistas.