• 04/09/2016 02:00

El alcohol y el desarrollo sostenible

‘La salud mental es... un problema de salud pública '

La reciente inclusión del consumo de alcohol dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización Mundial de Salud (OMS) ilustra la creciente diversidad de la nueva agenda de desarrollo global. Igualmente, el reconocimiento del alcohol como un problema de salud pública refleja sus múltiples impactos sociales y económicos, así como las 4 millones de muertes anuales o 6 % de todas las muertes a nivel mundial, que resultan de su consumo. Sin duda, este esfuerzo tiene como propósito ‘fortalecer la prevención y tratamiento de abuso de sustancias, incluyendo el abuso de estupefacientes y el uso nocivo del alcohol ', un avance considerable en los planes para reducir en 2030 un 30 % la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles.

Sin embargo, según los principales productores de alcohol, los ODS amenazan el comercio mundial, la liberalización de mercados y el énfasis de iniciativas privadas. La Alianza Internacional para el Consumo Responsable, una instancia de los productores mundiales de cervezas, vinos y licores, prepara estos días su posición para hacerle frente a las iniciativas de Gobiernos, organizaciones internacionales y grupos de la sociedad civil. Y sin escatimar cinismo y aprovechar tiempo, la segunda empresa cervecera más grande del mundo, SABMiller, ha señalado que los ODS son imprescindibles para convertir la cerveza en ‘la elección natural para el bebedor moderado y responsable ' en todos los países.

Este uso estratégico de los ODS podría amplificar la preocupación de las autoridades al hacer pensar que los objetivos pueden ser malinterpretados por los productores de alcohol y tergiversar su alcance original. Mientras reconocen estas preocupaciones, es importante poner de relieve el potencial de los ODS para transformar las políticas de alcohol dentro de los contextos nacionales y de cara a la gobernanza sanitaria mundial. Porque cuando se aplican estos objetivos a la carga global de los daños relacionados con el alcohol, las respuestas políticas para la reducción y gestión del riesgo reciben un tratamiento tan tibio e ineficaz que al final constituyen el principal problema del alcohol para la salud.

Esta situación es particularmente evidente en la notable expansión de los productores de alcohol transnacionales más allá de los mercados tradicionales de Europa y América del Norte. SABMiller está siendo adquirido por AB InBev, los fabricantes de cerveza más importantes del mundo con marcas como Budweiser y Stella Artois, y esta nueva compañía fusionada dominará el mercado mundial de cervezas. Además, la fusión se basa en la posibilidad de acelerar el crecimiento del negocio en los países en desarrollo, particularmente en África, lo cual sin duda aumentará la carga de salud.

Esto demuestra la ausencia de una estrategia en la OMS para regular la expansión global de los productores mundiales del alcohol. En este contexto, la incoherencia de la posición institucional sobre el alcohol impide la gestión de políticas en las esferas de la agricultura y el comercio para que desde allí también puedan desarrollarse medidas que protejan y promuevan salud. Pocos países tienen actualmente los recursos o la voluntad política de introducir políticas de salud pública innovadoras que enfrenten el potencial de costosos conflictos, infracciones de propiedad intelectual o discriminación comercial. Para realizar una verdadera política de alcohol, por ejemplo, hay que entender las claves para enfrentar la Scotch Whisky Association, un cartel mundial que está presente en todas las negociaciones de acuerdos comerciales entre las naciones, lo que ha permitido la expansión del alcohol a los más remotos confines del planeta.

Las barreras políticas para regular con eficacia la industria del alcohol son considerables, así como son las presiones en favor de los defensores de la salud pública las organizaciones de la sociedad civil. El reconocimiento del alcohol como un asunto clave para el desarrollo ofrece una importante oportunidad de rechazar los enfoques ineficaces a favor de una aceptación del uso perjudicial y comercialización masiva de alcohol. Los ODS proporcionan las herramientas para hacerlo, pero ahora toca a los políticos, investigadores y defensores de la salud explorar con urgencia la mejor manera de usarlos.

La salud mental es, sin duda, un problema de salud pública. Por ende, corresponde a las autoridades y a los profesionales de la salud activar un plan de acción a nivel nacional para apoyar, política y financieramente, los esfuerzos de los padres, las escuelas y la comunidad en general, para prevenir los problemas con el alcohol y educar a la población sobre los riesgos de su uso y abuso.

*EMPRESARIO, CONSULTOR EN NUTRICIÓN Y ASESOR EN SALUD PÚBLICA.

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