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- 14/08/2016 02:00
Justicia mediática no es justicia
Uno teme enterarse de lo que está pasando en el mundo últimamente. Ponemos la radio o le echamos un vistazo al celular, al periódico o a la televisión y vemos que ganó el brexit , que hubo un atentado terrorista en Niza y un golpe militar en Turquía, que las encuestas dan cada día más posibilidades de que Donald Trump sea presidente de Estados Unidos. Atentos. Aquí va otra noticia: Cliff Richard acaba de quedar absuelto de una acusación de abusos sexuales.
A los realistas, a los que saben que lo que va mal siempre puede empeorar, los sucesos que llevaron al músico a vérsela con la justicia británica pueden desembocar en la crisis legal más grave que puede enfrentar un medio de comunicación y en el golpe más fuerte que pueda recibir una industria actualmente afectada por publicar noticias falsas y condenar a personas inocentes. Y como siempre ocurre, el conflicto que se abra desbordará los límites de la realidad para entrar en los peligrosos terrenos de la percepción.
Todo comenzó hace exactamente dos años, el 14 de agosto de 2014. El músico, de 75 años, estaba en su casa del Algarve, Portugal, cuando presenció por televisión cómo la policía allanaba su mansión en Berkshire, Inglaterra, debido a una acusación por supuestos abusos sexuales a un menor que se remontaba a los años ochenta (la lista se ampliaría después con tres presuntas víctimas más).
El pasado 16 de junio, Richard recibió la noticia que estaba esperando: tras estudiar las pruebas, la Fiscalía había optado por no presentar cargos. En ese momento, Richard decidió romper un silencio de casi dos años y concedió una entrevista a Gloria Hunniford, íntima amiga suya, en la que describe aquel agosto como ‘el agujero más oscuro y profundo en el que he estado nunca: lloré de rodillas en mi cocina, inconsolable ', contó.
La cobertura que la BBC realizó en directo de la redada, helicópteros incluidos, despertó recelos desde el principio. Las sospechas estaban más que fundadas; una investigación posterior determinó que, después de que el periodista Dan Johnson recibiera un soplo sobre Richard, la policía accedió a compartir los detalles del registro con la cadena para que tuvieran asientos de primera fila. A cambio, la BBC se comprometió a retrasar hasta ese momento la difusión de la noticia.
Aunque tanto unos como otros han pedido perdón a Richard por causarle ‘ansiedad ', el cantante no está satisfecho con los términos empleados para exonerarle. ‘Solo hablan de evidencias insuficientes. ¿Cómo va a haber evidencias de algo que nunca sucedió? '.
Ciertamente, las disculpas no reparan el daño causado a la salud de una persona acusada injustamente, además del trauma emocional, físico y, sobre todo, a la reputación. Por ello, en un comunicado publicado el pasado 10 de julio, el músico anunció acciones legales y exigirá un poco más de dos millones de dólares como compensación. ‘He dado instrucciones a mis abogados para que demanden a la Policía de South Yorkshire y a la BBC de forma que un tribunal determine si su comportamiento fue justificado y proporcionado ', afirma. Y añade: ‘Pusieron mi vida patas arriba y mi reputación fue dañada de forma innecesaria. No quiero que esto le pase a otras personas, pertenezcan o no a la esfera pública '.
En un asunto en el que la simple sombra de la sospecha puede dañar de forma irrevocable la imagen, especialmente si esa persona además es una celebridad, el juicio mediático paralelo está asegurado. Profundamente convencido en su inocencia, la nueva cruzada de Richard es ahora intentar que cambien la ley para ahorrarle a otros su experiencia: ‘Salvo en circunstancias excepcionales, ninguna persona debería ser identificada con su nombre hasta que se presenten cargos contra ella ', reclama.
Sin duda, más de uno han sido víctimas de situaciones similares a la de Richard, donde su nombre quedó manchado innecesariamente a causa del proceso de degradación mediático actual. Esa carrera desenfrenada en donde todo vale y todo se puede, solo con la excusa y el criterio de subir los niveles de audiencia y lectoría. Y antes la actitud frecuente de los poderes públicos y los políticos de mirar a otro lado, a los que tratamos de educar a nuestros hijos o nietos en valores morales y en principios éticos, no nos queda otra que apagar la televisión, cambiar de canal o censurar la maldad.
El caso Richard será un punto de referencia en el futuro y esperamos igualmente sirva de aldabonazo para que los medios nuestros tomen nota y aprendan en pellejo ajeno de lo que puede suceder si publican noticias falsas y empañan la imagen y reputación de personas inocentes.
EMPRESARIO