• 17/02/2011 01:00

‘Los locos somos más’...

J uan era solo uno de mis 1000 amigos de Facebook; yo no tengo 1000 amigos. A decir verdad, de esa cifra descomunal hay unos 800, o más,...

J uan era solo uno de mis 1000 amigos de Facebook; yo no tengo 1000 amigos. A decir verdad, de esa cifra descomunal hay unos 800, o más, con los que tan siquiera me hablo; pero está bien. Está bien, porque si pienso en un par de años atrás nunca imaginaría las personas que he llegado a conocer personal o virtualmente a través de esta herramienta. Personas con las que tan siquiera me hablaba hace un par de años, un par de meses, un par de días. Sin duda, he sido un claro beneficiario. Quién sabe, quizás algún día el camino mío y el de Juan se crucen de nuevo...

Conocí a Juan cuando tenía más o menos 17 años, hace una eternidad para mí, que ya comencé la década de los treinta. Me acuerdo que era un amigo de otro amigo que era más bien un pasiero, bajo los estándares de la jerga panameña. No recuerdo si en aquel entonces hablamos mucho, sé que por ahí nuestros caminos se cruzaban y yo lo saludaba, porque lo había visto antes y nada más. Supongo que habremos compartido algunas cosas que ahora mi memoria no logra invocar o incluso por ahí habremos asistido a las mismas fiestas, pero nada más. Lo suficiente para que formará parte de mis 1000 amigos de Facebook; eso sí.

Juan está afiliado personalmente al partido político del actual presidente de Panamá, el señor Ricardo Martinelli.

Me acuerdo que justo el día de las elecciones presidenciales de Panamá, privado de sueño y esperanza, por el negativismo adquirido que me carcome al pensar en política; vi que en su status Juan comentó que ‘los locos eran más’. Frustrado, aquel día, que ya parece tan lejano, yo comenté que los desconformes eran más y que eran la mayoría del mundo, no solo en este país. Eso fue todo lo que supe de Juan. Me parece que nunca más le presté atención, nunca más lo vi por ahí en alguna fiesta y nunca más pensé en él y su vida.

Hace un par de días, sin embargo, estaba leyendo en el periódico sobre el negocio de la minería en el país y yo me acordé de Juan, porque el gobierno tiene que ver directamente con esta situación que parece tener a muchas personas enfadadas. Cuando quise ver si había escrito algo al respecto, me di cuenta de que me había borrado como amistad facebookiana. Ya no podía acceder a su página de esta herramienta social, porque me había tachado como beneficiario de dicha acción. Debo decir que su decisión me sorprendió, aunque me imagino que no debería.

Contrariado por el evento, me senté a pensar en Juan y me di cuenta de que su amistad ficticia no me importaba en lo absoluto; lo que me molestaba era el método en que había decidido que ya no era digno de formar parte del círculo de sus amistades de cibernéticas. Me molestaba el hecho de que me hubiese borrado sin ninguna explicación; tan simple como apretar un botón y listo.

Ahora me acuerdo del día en que Juan sentía con orgullo que los locos eran más y sé que decidió borrarme de su lista de amistades, porque hice un comentario en contra de sus objetivos y creencias políticas. Y es que ese es exactamente el problema cuando interactuamos con personas que son beneficiarios directos de la política: tienen el poder de borrarte para no tener que escuchar tu opinión.

La diferencia entre Juan y yo es que yo soy una persona cuyos intereses colectivos sociales no están vinculados a un partido político o candidato presidencial. Llámennos como quieran: locos, hippies, frikis; mis ideas se forman a base de escuchar las ideas de los demás y digerirlas. Ideas que son el condimento esencial de cualquier ideología, ideas que son necesarias para que el país pueda prosperar de manera sostenible, ideas que son la base de toda democracia que exista en el mundo.

Yo personalmente nunca te borraría por pensar diferente y no me gustaría tener que hacerlo por algún motivo político. Quizás eso sea algo que Juan pueda comprender ahora que tiene el ‘poder’ para hacerlo.

*PERIODISTA.

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